Escuchemos a los sabios / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



Platón alabo en la República el mal intrínseco de la mentira que condenó en Las Leyes. Pero la elocuencia de la democracia sólo puede vivir de la verdad. De la verdad descriptiva de hechos y situaciones reales. Y no de la verdad “performativa” de proposición, verdadera o falsa, que llevó directamente desde el pragmatismo norteamericano, con su noción de verdad como “aserto garantizado”, o “creencia socialmente justificada” por su utilidad, al totalitarismo cognitivo de la propaganda nazi. A este género de mentiras útiles, socialmente justificadas, pertenece la especie política de la Gran Mentira.

Como auxiliar insustituible de las pasiones desaforadas de poder, de fama, de riqueza o de rivalidad -como la mentira de partido-, la mentira colectiva tiene lógica tan rigurosa e inapelable que ya quisiera para sí la “paradoja del mentiroso”, que al fin y al cabo sólo es de naturaleza semántica. La mentira política trasciende al lenguaje. Se aleja de la “magnánima mentira” del poeta Bernardo Tasso. Y se aproxima, en el sentimiento, a la religiosa sectaria.

Cuando se creía en un montón de dioses, la verdad estaba en la realidad de las cosas, en su permanencia. Lo verdadero era lo contrario de lo iluso. Cuando apareció la creencia en un solo Dios, la verdad pasó a residir en la seguridad, en la confianza, en la fidelidad a la promesa contenida en toda proposición moral.

Para el griego la verdad era correspondencia con la realidad del ser oculto de las cosas: su desvelamiento. Para el hebreo, la conformidad con lo enunciado, el “así sea”, el amén. A esta segunda clase de verdad hebraica pertenece la fidelidad a la Gran Mentira política. Por eso es tan difícil de desarraigar.

Los lamentables hechos ocurridos estos días deben estimular propósitos “remediadores” inteligentes. Cada marchante común, a solas con su yo íntimo -como si no hubiese escuchado las diferentes versiones de la verdad, de los unos y de los otros; de los otros y de los unos-, dedicado al análisis objetivo que conduzca a concluir en dos verdades incontrovertibles: paz y trabajo.

¡Platón!, retorna a la tierra, vuelve a iluminar a la humanidad… por favor… (O)

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