¿Está mal ser rico?

Columnistas, Opinión

La Biblia habla mucho de los pobres y deja claro que no debemos ignorar su situación y muestra ejemplos de personas ricas bendecidas por Dios, como Abraham y Salomón, pero, en la inmensa mayoría de los casos, cuando la Escritura habla de la riqueza material, nos advierte de los peligros de tener riquezas. No es un pecado ser rico, pero las riquezas ciertamente invitan a la tentación y es el amor al dinero que nos atrapa, los casos más recientes de corrupción de los ex Contralores Pablo Celi y Carlos Polit, ex mandatario prófugos y sentenciados por recibir sobornos y sobreprecios, han caído en la tentación del amor al dinero y una vida caracterizada por la codicia. 

Ser rico en un país pobre, más aún si llegamos a saber que es producto de la corrupción, es una situación que puede ser indeseable por los riesgos y angustias potencialmente asociados a tal condición, esos ricos cercanos a la “cosa pública”, con menor o mayor legitimidad, y la del “rico empresario”. Si nos referimos a los ricos que no detentan el poder político ni se encuentran en sus cercanías y vinculada con el mundo empresarial, los riesgos seguirán siendo menores a las críticas.

La desigualdad interna de nuestras sociedades va en aumento, pero, tratándose de un fenómeno que suscita gran desasosiego, la función redistribuidora del Estado y el rol del Estado, debe ser en trabajar para los que menos tienen y garantizar, promover y obligar que mientras más tengan, contribuyan con más impuestos. El problema es que ciertos sectores de la derecha hacen exactamente lo contrario: quieren presentar a los ricos como moral, mental o espiritualmente superiores, como si la sociedad les debiera algo o como si la gente de menos recursos lo fuera por una cuestión de inadecuación moral, mental o espiritual; esa gente si es digna de desprecio, e indigna de empatía alguna. 

Al otro lado tenemos a los de la izquierda o del socialismo del siglo 21, que nos enseñaron a odiar al sistema que genera riquezas o a los ricos, esta izquierda puede odiar al sistema que genera ricos demasiado ricos y pobres demasiado pobres, pero culpar a las personas por el papel que cumplen habla de una postura tremendamente superficial e ignorante en cualquier de los dos casos. La izquierda radical se odia a sí misma tanto que produce haraganes mantenidos para beneplácito de los lideres para sentir que ellos sus lideres son semidioses capases de mantener a millones de empobrecidos y ellos disfrutando de las mieles del poder, y para aquellos tenemos muchos ejemplos. Dios quiere que disfrutemos de todo lo que nos ha dado, siempre y cuando no permitamos que el don del “dinero” se convierta en el dios.  (O)

cifam62@yahoo.es

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