Estancamiento total / Fabricio Dávila Espinoza
La práctica sin teoría se convierte en
repetición mecánica y la teoría sin práctica es sólo discurso. El enamoramiento
de la campaña deja de funcionar cuando el candidato ganador pone un lado el
discurso que lo llevó al poder o se dedica a repetir de forma mecánica procesos
habituales y a pronunciar discursos vacíos.
De forma inevitable, la credibilidad tiene doble
vía de correspondencia entre los candidatos y sus electores. Los primeros
elaboran discursos, mientras los votantes los aprueban. Más tarde, esta
dualidad se repite, en circunstancias distintas, entre gobernados y
gobernantes. Los ciudadanos que apoyan una campaña, son los mismos que esperan
la materialización de las promesas. Entonces, el apoyo se convierte en
obligación para los beneficiarios de la confianza y la pérdida de credibilidad
deriva de la defraudación de la misma por los propios elegidos. Una cosa es
prometer en la campaña y otra cosa es cristalizar lo ofrecido.
El “gobierno del encuentro” obtuvo un número
suficiente de votantes para ganar las elecciones, proponiendo, entre otras
cosas, vacunar a la población contra el COVID-19; hacer que el sistema de salud
sea de calidad; crear dos millones de empleos y subir el salario a 500 dólares;
renegociar los contratos petroleros; eliminar la prueba Ser Bachiller, aunque
inicialmente se habló de suprimir la Senescyt; crear una comisión
anticorrupción internacional; construir viviendas populares; eliminar la tabla
de consumo de drogas; desaparecer el Consejo de Participación Ciudadana; llamar
a una consulta popular; etc. Por ahora, el cumplimiento está estancado en el
primer enunciado. Con lo hecho hasta ahora la credibilidad, aceptación y
popularidad del presidente pasan por sus horas más bajas.
Frente al estancamiento del país, entre otras
cosas, por el incumplimiento de promesas de campaña y el poco apoyo de las
demás funciones del Estado, agravado por decisiones erradas, como la
conformación desafortunada de la terna para elegir al Superintendente de Bancos
y algunos presuntos actos de corrupción, como el caso Danubio en las aduanas,
la salida del gobierno sería una consulta popular.
Esta respuesta solitaria a la situación del país
es un anuncio desgastado, que suena desde la campaña electoral. El contenido
sigue siendo un misterio, aunque el gobierno lleva trabajando casi un año en la
formulación de las preguntas. Si es para enrumbar el destino del país, la
consulta tendría sentido, no así, si se convierte en una nueva excusa para
dejar en otras manos la responsabilidad que le compete al Ejecutivo.