¿Fábricas de pensamiento único? / Esteban Torres Cobo
Las universidades -que nacieron hace siglos para promover el pensamiento y la investigación libre- corren actualmente el riesgo de incumplir su misión. De quedar obsoletas y de graduar zombis adoctrinados y no a ciudadanos del mundo capaces de escoger un camino luego de haber conocido la diversidad y las visiones distintas.
Porque el adoctrinamiento y el poder de la educación es algo que siempre entendió muy bien la izquierda tradicional y su versión recargada del siglo XXI: el progresismo gringo. En la mayoría de universidades norteamericanas, por ejemplo, existe una crisis en el acceso a fuentes de pensamiento distintas como el conservadurismo o las escuelas económicas de corte liberal y libertario.
Algunas incluso se han planteado seriamente la posibilidad de atraer pensadores y profesores conservadores para alimentar el debate. Y, lo más curioso, a través de cuotas de minoría y discriminación positiva -por demás inverosímil y patético.
Un ejemplo muy curioso se dio en España con el filósofo Antonio Escohotado que, a pesar de no ser conservador sino libertario extremo, pero sin duda alguien con una erudición poco común, no encontró plazas para enseñar porque de todos los claustros académicos era botado o censurado. Su pecado: defender la economía libre en un país obsesionado por el estatismo y el keynesianismo.
Las universidades mueres si se convierten en fábricas de pensamiento único. Le pasó durante muchas décadas a la universidad ecuatoriana, rehén del marxismo más inútil y aburrido. (O)