Fake news y espionajes / Esteban Torres Cobo
La era de la posverdad no nos da tregua, y menos en campañas y temas legislativos. La epidemia de las noticias falsas, de la facilidad con la que se mueven, se impregnan y se desechan constituye el gran mal de estos últimos años y el colmo de lo absurdo de una sociedad que, hasta hace poco, se preciaba de ser la más educada e inteligente que ha pisado la Tierra hasta estos momentos.
Pero no, somos lo contrario. Las noticias falsas e inverósimiles nos generan una retribución cerebral que nos hace preferir mentiras y conclusiones disparatadas a silogismos, razonamientos lógicos y hechos. No queremos hechos. Queremos emociones, y mejor si son las emociones más oscuras y morbosas.
Las campañas electorales son las primeras que se han modificado con el fenómeno de las fake news. Pero este fenómeno no solo se ha quedado en la política sino que alcanza la ciencia, la empresa, la farandúla. Todo.
En el tema legislativo, por ejemplo, esta semana el fake news estuvo promovido por un portal de índole correísta en Twitter. Con un video tergiversado sobre el cambio del orden del día propuesto por un legislador correísta para investigar al Presidente por supuestos actos que comprometerían su función -mismo que no fue aprobado por falta de votos- se creó una pandemia informativa desorientada y perdida. Nadie verificó los hechos y opinadores, periodistas, ciudadanos y hasta medios de comunicación cayeron en la trampa. (O)