Falsos tatuajes mentales
Nuestro país está viviendo una fuerte crisis democrática, retrocediendo y cayendo en fuertes autoritarismos que nunca se ha visto, no solo del Estado-Gobiernos, sino también de los ciudadanos que confunden la protesta social y la libre expresión, con el vandalismo, destruyen y dañan el ornato de la ciudad de Quito o la propiedad privada de los ciudadanos con pinturas, gráficos, frases o cualquier otra manifestación, en lugares no autorizados”, según el COIP están obligados a la reparación de los daños ocasionados, puede ser sancionado con una pena privativa de libertad de algunos años, lo que hasta el momento no se ha cumplido.
Asombra la cobardía y la decidía de nuestras autoridades, que en nuestras propias “narices” los llamados protestantes destruyen estos bienes públicos y privados, incluso lanzando consignas de odio como: “Y vamos Quito, y Quito no se ahueva Carajo”. Y no nos asombremos, son los mismos de siempre, los de los pañuelitos de diferentes colores y tapaditos los rostros, comunistas, zurderías, FEUE, FUT, gente pagada por algunos movimientos políticos, medios públicos como Radio Pichincha pasando en directo las manifestaciones y distorsionando la información, los “mal llamados sindicatos” que transitó de ser un sindicato organizado de trabajadores, formada para proteger los derechos y promover los intereses de sus miembros, pasó a promover el caos y el barullo, que atacan y destruyen a vista y paciencia de las autoridades, con el aval y los precedentes sentados por la Asamblea Nacional que entregó cientos de amnistías a los que destruyeron Quito en el año 2019 y 2022, con pérdidas económicas que superan los 1500 millones.
La democracia no solo es una forma de gobierno, también es una manera de organizarse, convivir en sociedad y asistir a los más pobres, gobiernos que hacen todo lo contrario, deciden quién debe recibir salud, educación, seguridad y bienestar, quién tiene acceso a justicia, se gastan nuestros impuestos y no se sabe en qué.
Todas estas situaciones cotidianas requieren de representantes idóneos, decentes y honestos. Pero cuando nos damos cuenta de que nuestros representantes, en vez de cumplir su mandato, más bien privatizan la salud, transan con la educación, corrompen policías, controlan jueces, malversan nuestros impuestos y venden la conciencia sin resquemor, entonces el problema no es la democracia, sino de las personas que se hacen llamar líderes políticos. En un Estado de Derecho es la única vía legal de resolver conflictos, también es la oportunidad para castigar aquellos que incumplen o defraudan, esa sensación de que las cosas no cambian nos lleva a perder interés, dejamos de participar, no nos sentimos escuchados, optamos por ir a las redes sociales a insultar o simplemente irnos del país. La propuesta de cambio es que el Estado y el Gobierno cambien, con ética administrativa, legislativa y fiscalizadora, contribuyendo a una sociedad más justa, con menos corrupción, dolor y miseria.