Festín de tradición y sabor

Interculturalidad

La Semana Santa que se avecina en Ecuador no solo es un tiempo de reflexión y fervor religioso, sino también una época en la que la gastronomía tradicional cobra un papel protagónico.

Entre todos los platillos que se preparan en estas fechas, la fanesca destaca como un símbolo de unidad y herencia cultural. Esta espesa sopa, elaborada con una variedad de granos y pescado seco, representa una fusión de influencias indígenas y europeas que han dado forma a la identidad culinaria ecuatoriana.

La fanesca no es solo un manjar, sino que está llena de significados. Se dice que los doce granos que la componen simbolizan a los doce apóstoles, mientras que el bacalao seco representa a Jesucristo. Su origen se remonta a la época prehispánica, cuando los pueblos andinos preparaban una sopa espesa con granos tiernos durante la cosecha. Con la llegada de los españoles y la evangelización, se incorporaron ingredientes europeos como la leche y el queso, transformando la receta en la fanesca que hoy conocemos.

La fanesca se elabora con una mezcla de granos tiernos como habas, choclo, arvejas, fréjol y lentejas, que se cocinan lentamente hasta obtener una textura cremosa. La base se enriquece con zapallo y sambo, ingredientes que aportan espesor y un sabor ligeramente dulce. La leche y el maní brindan suavidad al plato, mientras que el bacalao seco, previamente desalado y desmenuzado, añade un toque salino inconfundible.

Su preparación es un acto de unión familiar. En muchas casas, la receta se transmite de generación en generación, y cada integrante tiene una tarea específica, desde desgranar los granos hasta mezclar la sopa con paciencia. (I)

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