Fin de una era

Columnistas, Opinión
Esta imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es FABRICIO-DAVILA-1.jpg

El escenario de conflicto armado interno decretado por el presidente Daniel Noboa deja un par de hechos que, determinan el fin de una era y marcan el inicio de una nueva historia: los gobiernos de Colombia y Perú fortalecen la seguridad de sus fronteras, a causa de la crisis ecuatoriana actual.

Colombia sufre hasta hoy el embate de grupos beligerantes, iniciado en la década de 1940. Esta lucha ha dejado un número incontable de personas fallecidas. En territorio peruano, el conflicto armado interno o lucha contra el terrorismo hunde sus raíces en la década de 1980, cuando el Estado enfrentó a grupos subversivos que buscaban destituir el orden democrático establecido. En estos años teñidos de sangre, los ecuatorianos fuimos espectadores conmovidos y dábamos gracias por ser ajenos a una situación, de la que llegamos a creer que nunca seríamos parte. La realidad dio un giro lamentable.

Los dos países colindantes reforzaron las fronteras con el objetivo de proteger a su población de la violencia desatada en territorio ecuatoriano. Colombia militarizó su frontera para impedir el acceso de prófugos y criminales desde Ecuador. A decir de sus autoridades, habrá controles en varios puntos, evitando que ingresen personas con antecedentes delincuenciales o asociados al narcotráfico. Por su parte, la presidenta de Perú, Boluarte, dio la orden de reforzar las fronteras para ejercer control estricto, con el fin de impedir que ingresen delincuentes ecuatorianos a su país. Difícilmente pensábamos que esto podría suceder algún día.

El problema no es circunstancial, el Ecuador caminaba hacia el escenario actual. Lo que vemos hoy es la parte del iceberg que no veíamos y que se venía formando desde hace más de 15 años. Las amenazas, los sicariatos, los carros que estallan en las calles, los secuestros, los feminicidios, la trata de personas, las extorsiones, las masacres carcelarias,… no surgen de la noche a la mañana. Esta violencia, cada vez más visible, no existiría si la estructura social favoreciera el trabajo, la educación, la salud y la preocupación del Estado por los sectores más vulnerables.

Resulta triste reconocer que este momento somos un país en guerra interna y que no aprendimos de lo que pasaba en nuestros vecinos más próximos, otrora territorios identificados como peligrosos, que ahora quieren proteger sus fronteras. Estamos frente a la última oportunidad de recuperar el país. (O)

Deja una respuesta