Fraternidad para sanar el mundo
En Quito se celebra el 53° Congreso Eucarístico Internacional, donde católicos de todo el mundo se reúnen con el objetivo de enfatizar la importancia de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y su misión en el mundo. La expresión de la fe trasciende las fronteras políticas, culturales y lingüísticas. Compartir la fe con hermanos de otras naciones ayuda a comprender la universalidad de la Iglesia católica.
Esta experiencia comenzó a finales del siglo XIX, cuando la iglesia promovía la comunión, las asociaciones eucarísticas y la Misa dominical. Los congresos eucarístico locales se fortalecieron hasta convertirse en lo que tenemos hoy. En ese momento histórico, era muy importante reconstruir la sociedad dividida y anticatólica que siguió a la Revolución Francesa, cuando la religión estaba confinada a la conciencia personal y a la práctica familiar, alejada de la vida pública. Pero, cuando los fieles superaron el miedo y comenzaron a reunirse alrededor de los sagrarios abandonado de las iglesias para orar, creció la devoción al Sagrado Corazón, que se celebraba como evidencia de la presencia de Cristo en la sociedad.
Así, estas iniciativas cobraron importancia en Francia en la segunda mitad del siglo XIX. En 1881, con la bendición del Papa León XIII, Lille se convirtió en la primera sede. Los años siguientes los congresos eucarísticos se realizaron en Lieja, Friburgo y París. Paulatinamente, el evento se convirtió cada vez más en internacional. En 1893 fue celebrado en Jerusalén. El último Congreso Eucarístico del siglo XIX se celebró en Lourdes en 1899. En 1905 el evento tuvo como sede por primera vez a Roma. El último congreso antes de la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo en Budapest en 1938 y fue reanudado en Barcelona en 1952.
Desde el primer congreso hasta el 53 congreso en Quito han pasado 143 años. Además, como la primera vez, el tema se relaciona con el mundo, en Francia se decía «La Eucaristía cambia el mundo», mientras que en Quito se dice «Fraternidad para sanar el mundo».
Algunos pueden considerar erróneamente este evento como un desperdicio de recursos económicos, turismo religioso o novelería. En un mundo profundamente herido, la Iglesia católica lo ve como una oportunidad para discutir, a la luz de la Eucaristía, cuestiones sociales, valores universales, la familia, la paz, la libertad, la necesidad de una nueva evangelización, etc. (O)