Gobernabilidad / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

 

La gobernabilidad parte del conocimiento de marcos políticos, sociales, necesidades, culturas, costumbres e instituciones definidos en determinado lugar geográfico, cuyos recursos deben ser analizados detenidamente a fin de mejorar la situación de sus habitantes en los diferentes aspectos del vivir cotidiano; evitando al máximo la desigualdad que marque prebendas y privilegios para pocos y privaciones para la mayoría de la población.

Asumir la responsabilidad de gobernar, requiere de una verdadera contextura de estadista, de una filosofía de vida que cobije a todos, sin excepción; para ello, será indefectible analizar el perfil de la época que permita trazar el camino que beneficie a las grandes mayorías para disfrutar de una vida digna, de paz y libertad, anhelada por todos los pueblos del mundo.

El bienestar de la sociedad no depende del tinte político o las recetas económicas establecidas por los gobernantes de turno, el tiempo nos ha dado la razón. Como regla general, los mecanismos establecidos apuntan a beneficiar directamente a los partidos políticos de turno que han logrado ganar y ostentar “Poder” para determinados grupos ubicados en el pedestal mas alto del autoritarismo y dominio del mal concebido ejercicio del poder, que acrediten sus apetitos personales y de grupo, en detrimento del pueblo soberano que busca la tan cantada igualdad de oportunidades.

El gobernante debe tener absoluta claridad que está inmerso en una ideología y aquella es inseparable de las funciones del Estado, porque racionaliza y justifica el poderío político de acuerdo con la auténtica realidad de la vida en los diversos campos. Sin embargo, la práctica política mal concebida atiende a factores internos del grupo de poder, sin tomar en cuenta factores exógenos que deben ser vitales y prioritarios para los gobernantes.

En las estructuras estatales debe ser tarea prioritaria las consideraciones axiológicas, que direccionen el análisis de los problemas económicos, sociales, educativos, etc., de acuerdo con la realidad imperante y las proyecciones futuras. Las circunstancias difíciles que viven los pueblos convienen ser estudiadas en atención a los cambios vertiginosos del entorno, tomando distancia de cambios económicos inútiles que no han constituido verdaderas recetas que favorezcan a las aspiraciones populares; por el contrario, han dejado secuelas dolorosas para sus habitantes por la falta de equidad y justicia social; mientras que la riqueza ha pasado a manos de la elite política de turno, sumiendo a la gran mayoría en escenarios de miseria, hambre y dolor.

El gobernante debe comprender que bajo sus hombros esta el deber sagrado de desarrollar una labor edificante y eficaz. Hacia ella deben converger ideales, actitudes, realidades y circunstancias. Mientras la cupula actúe con óptica discriminatoria, sin buscar una rigurosa y amplia orientación en el rumbo de los pueblos, producirá los antagonismos más profundos; y, romperá el equilibrio social. Precisa entonces, enrumbar las fuerzas hacia el bien común, estableciendo una práctica política que resuelva acuciantes situaciones nacionales, modele la mentalidad social a través del servicio. Aquello ofrecerá engrandecimiento progresivo e imperecedera gratitud de su pueblo.(O)

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