Gobernar una familia, para gobernar un Estado

Columnistas, Opinión

“El que sabe gobernar una familia, sabrá gobernar un Estado”. Esta frase atribuida a Napoleón Bonaparte encierra una verdad que trasciende los siglos y se aplica tanto en el ámbito político como en el espiritual: el liderazgo genuino comienza en el hogar.


La familia es el núcleo más básico de la sociedad, donde se forma el carácter, se cultivan los valores y se ejercita la autoridad con amor y responsabilidad. Quien es capaz de liderar con equilibrio, justicia y sabiduría su propia casa, está mejor preparado para afrontar los desafíos de gobernar una nación.


Durante la reciente campaña presidencial, el actual presidente Daniel Noboa se mostró constantemente acompañado de su esposa e hijos. Más allá de que su familia es fruto de una segunda relación, algo que la sociedad y Dios pueden redimir y ver con gracia cuando se vive con integridad, lo que resaltó fue la imagen de unidad, estabilidad y compromiso familiar. Esto no es un detalle menor: refleja orden y coherencia entre la vida privada y pública, algo fundamental en todo liderazgo, en contraste, la candidata Luisa González mostró una vida más distante de estos principios. Y aunque todos merecen respeto y dignidad, es justo reflexionar sobre la importancia de la coherencia entre lo que se predica y lo que se vive.


La Biblia nos da una perspectiva clara sobre este tema. En 1 Timoteo 3:4-5, el apóstol Pablo afirma: «Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad; pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?»


Este principio también se aplica al liderazgo civil. El hogar es la primera escuela de autoridad, paciencia, servicio y amor. Gobernar bien no significa imponer, sino servir con ejemplo. No se trata de controlar, sino de inspirar. Si aplicamos los principios del Reino de Dios, unidad, respeto, fe y amor en nuestras casas, entonces podremos reflejarlos también en nuestra sociedad y país. Oremos para que Dios conceda sabiduría a Daniel Noboa, para que gobierne el Ecuador con la misma excelencia con la que ha aprendido a gobernar su hogar. Porque una nación sólida empieza por familias firmes, guiadas bajo la dirección de Dios. (O)

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