Hay que ser un poco más animales
Si ahora mismo se viera en la obligación de tomar una única decisión vital para emprender el camino hacia su definitiva felicidad futura, ¿cuál sería? ¿Ahorrar más dinero todos los meses? ¿Cambiar de profesión? ¿Viajar más? ¿Preocuparse menos? ¿Qué decisión tiene más probabilidades de garantizarle que, al llegar a sus últimos días y echar la vista atrás, vaya a sentir que ha tenido una buena vida?
Ya sabemos que tarde o temprano acabamos con la sensación, sutil pero insistente, de que nuestra vida está aquí y ahora, pero que las cosas que necesitamos para tener felicidad están allí, en el futuro: cada cinco años al exhibir un nuevo carro, al comprar el último smartphone, al adquirir una segunda residencia para el fin de semana, al llevar a los niños a costosas actividades extracurriculares, al consumir tal marca de yogurt que promete mantener nuestro cuerpo sano, etc. Súmele a la presión que ejercen todas estas necesidades artificiales los problemas sentimentales y a menudo económicos de no pocas parejas y tendrá la receta perfecta de la infelicidad.
Entonces, si en gran medida el impedimento para la felicidad de muchas personas es el universo de necesidades inútiles que hemos creado fuera de nuestro alcance, seguramente la respuesta a la pregunta inicial sea precisamente quitarnos esas cargas de encima y vivir con libertad, con sencilla naturalidad. Parafraseando a Nietzsche: vivir siendo un poco más animales.
A propósito, este famoso filósofo alemán decía: “Creo que los animales ven en el hombre un ser igual a ellos que ha perdido de forma extraordinariamente peligrosa el sano intelecto animal, es decir, que ven en él al animal irracional, al animal que ríe, al animal que llora, al animal infeliz.”
Ahora, con la mano en el corazón, debemos reconocer que no es sencillo alcanzar “el sano intelecto animal”, porque volvernos un poco más animales, como propone Nietzsche, significa renunciar al ego que obnubila la verdadera dimensión del espíritu humano y, en consecuencia, caer en la tentación de actuar como animales… en toda la extensión de la palabra.
Y es aquí donde nace la confusión, al pensar que Nietzsche nos instó a ser un poco más animales para alcanzar la felicidad, muchos se tomaron a pecho y superaron en demasía las expectativas, transformándose en animales, a secas, que dominados por su ego suelen enquistarse en círculos de poder político para desde allí hacer gala de su animalesca naturaleza.
Por tanto, a muchos políticos, sobre todo a aquellos que piensan que los animales somos nosotros, habrá que recordarles que Nietzsche dijo que para alcanzar la felicidad hay que ser un poco más animales, no unos animales completos. (O)