Honras fúnebres en Cali para Alfaro. 1913 / Pedro Reino Garcés
Es de suponer cuán cínica sería la reacción conservadora ecuatoriana, victoriosa, después de la masacre y la inmolación vergonzosa a los mártires del liberalismo perpetrada en Quito “Luz de América” el 28 de enero de 1912. La investigación histórica dice que la turba infame se habría conformado de unas 4.000 personas que se juntaron para arrastrar por las calles de esa ciudad al caudillo liberal y a sus cercanos colaboradores; es de suponer, digo, que se habría dado el síndrome del terror en los liberales que vieron cómo despedazaron públicamente el cuerpo del líder del liberalismo, hasta llegar al Ejido donde la fogata prendida por los cavernícolas consumaron su tan brillante desempeño.
Los restos de los mártires fueron trofeos en poder de la turba. Los huesos que sobraron del Viejo Luchador fueron recogidos para esconderlos de los triunfalistas y se ocultaron secretamente en el cementerio de San Diego, en bóvedas donde sepultaban a los niños. Los deudos y los samaritanos liberales demostraron humanismo y se pudo rescatar algo, tal como lo demuestra el dato subsiguiente que resulta un complemento al acta del 1 de abril de 1916 hecha con la Funeraria Nacional para seguir ocultando los restos en la maraña de tumbas.
¿Rendirle honores conmemorativos después de la masacre? Ni pensarlo, a pesar de que somos buenos hipócritas necrófilos. Veamos lo testimoniado en este dato que a mi entender lo hicieron las familias Concha que vivieron entre Esmeraldas y los entornos de Cali.
“Honores en Colombia para las víctimas del 28 de enero.- Con fecha 30 de enero nos escriben de Cali.
En la iglesia matriz se celebró una misa solemne anteayer, en sufragio del alma del General Eloy Alfaro y de sus compañeros de martirio. En esta ceremonia religiosa actuó el Vicario don Uladislao González Concha.
Un artístico catafalco había sido arreglado al pie del altar mayor, adornado de numerosas coronas de ciprés, pensamientos e inmortales y varias cruces de palmas y musgos, envueltas en gasas de seda negra. En un ángulo habíase colocado un bastón con borlas, atado por una banda negra, como símbolo de la Insignia Presidencial que lució sobre el pecho de Eloy Alfaro. Unas charreteras del General y un sombrero con plumaje todo dorado, en el centro una corona de rosas blancas, de cera, dedicado por el señor Ramón Delgado.
Más adelante en una mesita pequeña, había una crucesita de media vara de largo, vestida de terciopelo oscuro y ornada de violetas y hojas de laurel, al lado de una cajita con vidrio, en que se guardan dos pedacitos del cráneo del Viejo Luchador (Esta cajita es propiedad de la señora María Concha de García).
En una cruz grande estaba envuelta la bandera ecuatoriana, a media asta, con lazos de crespón. La orquesta ejecutó una marcha fúnebre especialmente compuesta en honor del difunto Presidente Alfaro y tocó también el Himno del Ecuador. A pesar de ser día de trabajo, en el templo apenas cabía la concurrencia; y al terminar la misa los ecuatorianos que allá concurrieron recibieron las condolencias de las familias caleñas.” (Tomado de el periódico EL CENSOR, Guayaquil, marzo 1 de 1913. Investigado en la Biblioteca de la Ciudad de Ambato).
Según testimonia César Alarcón Costa en su Diccionario Biográfico Ecuatoriano, el diputado liberal por Tungurahua Miguel Ángel Albornoz, propuso: “Como diputado en la sesión del Congreso Pleno de 14 de agosto de 1911, tres días después del derrocamiento del presidente Eloy Alfaro, propuso que en conmemoración de este hecho se coloque en las gradas del Palacio de Gobierno una placa que diga: “El 11 de agosto de 1911 el heroico pueblo de Quito y el ejército dieron fin con la tiránica dominación del señor General Dn Eloy Alfaro. Este hecho sirva de ejemplo a quienes traten de envilecer al digno pueblo ecuatoriano, conculcando la Constitución y las Leyes”, lo que fue aprobado con 40 votos a favor y 8 en contra.”. (O)