Horizontes de expectativas / Guillermo Tapia Nicola
Los ilusos, no superan la necesidad de pensar en sus conveniencias, amén de constatar que todo un país busca una solución y un nuevo rumbo que encamine sus pasos y atienda sus padecimientos. Tal parece que sigue pesando la fuerza de la costumbre. De esa rutina perniciosa que tanto mal ha causado, cuando no, de la ambición desmedida que no termina de someterse a la ley, porque la vanidad, supera los límites de lo moral y de lo ético, para escabullirse entre los pliegues de la prepotencia y la arrogancia desvergonzadas.
La anticipación de criterio sobre un determinado asunto, sin ni siquiera conocer a cabalidad sus términos y alcance, hace evidente esa pedantería a ultranza, tanto como su afán inconfesable de “desentenderse” de todo aquello que no se inscriba en sus “marginales imaginarios”. Comportamiento irreflexivo que no se conduele ni de si mismo y busca generar malestar y por cierto, fracaso. ¡Craso error!
Pero esto ya se veía venir, desde el preciso instante en que se anunciaron acuerdos y alianzas que no han superado ni la más mínima prueba y por contrario, han dejado advertir la fragilidad de esa unión, aplaudida por unos cuantos y cuestionada por otros; tanto que, ya se deja entrever una actitud responsable de autoridad, encaminada a estructurar una gobernabilidad sostenida en acciones de democracia directa.
El costo político se hará presente, es verdad, pero el pueblo ecuatoriano merece no solo ese precio, sino todos los esfuerzos que se hagan en procura de su bienestar.
Lo cierto es que estamos en un país descompuesto, atrincherado, acomodaticio y superviviente entre miopías que desfiguran la realidad y acortan las esperanzas. Y esa situación e ingenuidad deben cambiar.
La función legislativa llamada está a dejar sus temores partidistas y sus parcelas de poder, para enfrentar con seriedad las propuestas de leyes o reformas que le sean enviadas por la función ejecutiva o presentadas por sus propios asambleístas, para facilitar procesos de ajuste y desarrollo que busquen mejorar la condición de vida de la gente.
La salida es una sola: arrimar el hombro, para empujar la barca en una misma dirección. No hacerlo, significará fallarle al pueblo ecuatoriano.
El año venidero ya tendrán la oportunidad de medir fuerzas y lanzar candidatos a los gobiernos autónomos descentralizados, para que presenten una interminable lista de ofertas y reivindicaciones que ojalá se cumplan. Pero por ahora, hagan lo que están llamados a hacer, para que sus partidos y movimientos políticos por lo menos mantengan una posibilidad en el corto plazo.
Izquierdas y derechas radicales, populismos y esa suerte de manifestaciones de coexistencia histórica de la República y el colonialismo, sucedáneos son, de las utopías desaparecidas que les generaron vida.
No agotemos el horizonte de las expectativas. (O)