Hundimientos / Mario Fernando Barona
Si usted no conoce Zaruma, la noticia del socavón que provocó el derrumbe de varias casas patrimoniales la semana pasada le resultará lamentable, conociéndola será devastador. Quienes han tenido el privilegio de visitar este hermoso cantón de la provincia de El Oro saben por qué lo digo. Los primeros casos de hundimientos en el casco urbano datan del 2016, pero ya muchos años antes se alertaba del inminente riesgo producto de la minería antitécnica que caracteriza la zona por décadas. Era evidente entonces esperar la catástrofe ocurrida, y las que vendrán.
Con estos antecedentes, no puedo evitar repetir los adjetivos que en estos días han calificado hasta el cansancio y con razón el siniestro: irresponsabilidad, ilegalidad, inacción, corrupción, picardía, impavidez, indolencia… y súmele usted los que quiera, todos son bienvenidos.
Con el respeto que me merece Zaruma, su gente, las familias afectadas y el patrimonio cultural que esta ciudad representa, quisiera hacer un parangón de este fatídico hundimiento con lo que ocurre en el Ecuador que también se cae a pedazos exactamente por los mismos motivos: socavones ilegales para conseguir dinero malhabido, en este caso, con mineros vestidos de terno y corbata que a lo largo de muchos años (sobre todo durante la llamada Revolución Ciudadana) fueron carcomiendo los cimientos de decencia y honestidad que sostienen a toda una nación y cuyos efectos saltan a la vista en los incontables y descomunales boquetes de inmoralidad que han ido apareciendo, tragándose todo, hasta la propia vergüenza. Es así que los mismos adjetivos usados para describir la desgracia en Zaruma son perfectamente válidos para hacerlo también con el país: irresponsabilidad, ilegalidad, inacción, corrupción, picardía, impavidez, indolencia… y súmele usted los que quiera, todos son bienvenidos.
Tanto con Zaruma como con el Ecuador todos sabemos quiénes son los corruptos, dónde operan, cómo ubicarlos, qué técnicas usan, cuáles son sus propósitos y cómo detenerlos, pero nadie en ninguno de los dos casos ha hecho nada para corregirlo, mas bien todo lo contrario, los gobiernos de turno (con su acción u omisión) han alentado y fomentado sus perversos objetivos.
En los dos casos se ha alertado del riesgo con bastante antelación, se ha aportado con pruebas fehacientes, se ha escuchado el clamor de la gente, ha habido ofrecimientos gubernamentales, pero nadie en ninguno de los dos casos ha hecho nada para prevenirlo, mas bien todo lo contrario, los gobiernos de turno con su quemeimportismo se convirtieron en corresponsables directos de la debacle.
Así, el trágico destino estaría sellado tanto para Zaruma como para el Ecuador en sus sucios, profundos y ruinosos huecos. Y salvo que alguien lo evite, los dos (mineros ilegales y políticos corruptos) se nos seguirán riendo parados a la vera del lúgubre hoyo mientras las ven hundirse. (O)