Ilusionismo electoral
Wolfram Eilenberger, en su obra “Tiempo de Magos” narra, con un entusiasmo fuera de lo normal, la vida de cuatro pensadores de la década y refiere, en forma magistral, con lenguaje claro, directo y sincero, cómo fueron sus vivencias y los acontecimientos que advirtieron o protagonizaron entre los años (1919-1929), época tan especial para el desarrollo político y cultural del siglo XX; y, obviamente, para el pensamiento filosófico.
“El hombre reflexiona como efecto de grandes tragedias”, sostiene el autor, “porque -aquellas- agitan las conciencias de los hombres de bien, lejos de los intereses espurios que mueven la política”.
Haciendo nuestras las expresiones -en estos días- esas reflexiones y enseñanzas lógicas, dogmáticas, morales y ontológicas, interrelacionadas en espacio y tiempo, bien podrían servirnos y ayudarnos a despejar dudas y a encaminar certezas, arrimadas a las “opciones” que electoralmente intentan apartarnos del maleficio abrumador del pesimismo, el despilfarro, la corrupción y el engaño a mansalva, del que aún -como sociedad- no podemos salir.
La necesidad de exigir transparencia y veracidad al proceso electoral en marcha, es una obligación del elector y, simultáneamente, guardar prudencia frente a mensajes sobre intenciones de voto, que no son sino un -mecanismo distractor- de direccionamiento del pensamiento fundamentado en una simulación, en una casualidad, que construye un escenario para vender una idea, ¡su idea!
Entonces, la serenidad, debe ser parte del comportamiento serio del ecuatoriano, en tiempos de incertidumbre y bombardeo de ofertas.
El voto es sagrado, solemos decir y repetir hasta el cansancio. Consecuentemente, la acción encaminada a proteger la veracidad de esa expresión ciudadana no puede admitir ningún reparo, condición o impedimento.
Poco importa demorar algo más el conocimiento de los resultados, si con la espera ganamos en certidumbre y verdad.
Si en el mundo de los artificios y la tecnología, se manipula el discernimiento y se lo aparta de la verdad, es pertinente, momentáneamente dejar el escáner y la digitalización, alejarnos de su uso y acudir una vez más a las formas ancestrales, manuales y al personalizado conteo voto a voto, para evitar los algoritmos que alteran la información -según sostienen los entendidos- y poder arribar a resultados inamovibles e incontrastables que, consoliden la voluntad y unidad de la nacionalidad ecuatoriana.
En instantes en los que, aparentemente se recupera la conciencia y la información pericial nos habla de “su verdad, oportuna y coincidentemente escamoteada”, la restitución de un documento que se considera un medio de prueba dentro del proceso judicial se traduce en una expresión de gran utilidad, porque es la opinión experta sobre algo y su correspondiente comprobación con técnicas especializadas.
Solo imaginar o suponer que de ese -tercer informe- se puedan inferir hechos, personajes, autores, cómplices, encubridores y más involucrados en la trama de muerte de un padre de familia que además fue parte de las Fuerzas Armadas, después de transcurrida más de una década de su deceso, como por arte de magia -también- se reactivan sentimientos, presunciones y expectativas de justicia y verdad.
Todo parece girar en torno a la magia, el ilusionismo, malabarismo frenético, ocultismo, hechicería, prestidigitación y adivinación. Pero el país ya no está para más globos de ensayo y menos para reeditar fracasos condecorados.
La verdad es una sola y la tenemos tan cerca de nuestra vista, de nuestros oídos y al alcance de nuestras manos. Deberemos aprender a leer con la memoria, con el recuerdo y la angustia, si en efecto queremos trascender como aquel hombre al que alude el autor de Tiempo de Magos, cuya reflexión se sucede después de la tragedia.
¡Ya tuvimos una! No la volvamos a permitir.