INFLUENCIABLES / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

¿Cree usted que es influenciable? ¿Piensa que puede ser convencido fácilmente para hacer algo que no quiere? ¿Siente que, aunque vaya en contra de sus creencias, llegará a aceptar y ceder a determinadas presiones sociales?

Si contestó que no, que usted no es borrego y que en cualquier escenario sabe que no va a flaquear, debo advertirle que probablemente esté equivocado. Todos somos proclives a dejarnos llevar por la corriente de la presión social en determinadas circunstancias, lo cual ha sido comprobado científicamente en una serie de rigurosos y sorprendentes experimentos sociales. Como aquel en el que en una sala de clases todos los alumnos son cómplices (actores) menos uno (la víctima, que no sabe que se la está investigando) y quien termina presionado a afirmar como correcta una evidente respuesta equivocada solo porque todo el resto de compañeros dicen que es así.

O este otro que se desarrolla en una sala de espera donde hay alrededor de doce personas, todos cómplices contratados para el experimento y solo una mujer que es la víctima. Desde algún lugar un timbre suena cada cierto tiempo y todos, a excepción de la mujer, se paran automáticamente de sus asientos como respuesta al sonido, y enseguida se sientan. Las primeras veces la chica es la única que no se para mostrándose mas bien muy confundida, pero a partir del cuarto o quinto timbrazo ella también comienza a hacerlo vacilante al principio y segura después. Luego, poco a poco y de a uno, todos los cómplices van saliendo del salón hasta que la chica se queda completamente sola, el timbre, sin embargo, sigue sonando y ella continúa parándose del asiento. No pasa entonces mucho tiempo e ingresan varias personas más que tampoco son parte del experimento, pero ahora es ella sola quien va imponiendo la ridícula conducta de incorporarse con cada pitido, y así, las nuevas víctimas terminan también sumándose a esta caricaturesca imposición social de la que nunca supieron realmente por qué lo hacían.

Se llama aprendizaje social y es bastante más común de lo que imagina. Sucede porque a la mayoría de personas les reconforta armonizarse con los demás y les incomoda no hacerlo, el problema es que no siempre armonizamos solo con nuestros movimientos sino con nuestra manera de pensar, empujando a una persona a actuar incluso en contra de sus creencias, valores, ideología y sentido común.

Por eso, si después de quince años usted sigue, como muchos de nosotros, absorto y sin entender por qué aún hay gente inteligente y honesta que apoya electoralmente a un grupo de delincuentes (condenados unos, prófugos otros) esta sería tal vez la respuesta más cercana a una explicación científica.

Deja una respuesta