Innecesario

Columnistas, Opinión

Anne Descamps, directora de comunicaciones del comité organizador de París 2024, ofreció disculpas por las representaciones en la ceremonia de apertura del pasado viernes, negando cualquier intención de faltar al respeto a ninguna fe.  

Las reacciones a la parodia fueron inmediatas. Los creyentes rechazaron el evento y un grupo de abogados cristianos se dirigió al Comité Olímpico Internacional para denunciar el espectáculo por considerarlo ofensivo. Además, han comenzado una campaña para pedir sanciones por las ofensas hacia los cristianos.

Hay partidarios del espectáculo que utilizan comentarios de presuntos expertos en arte en los medios digitales para educar a los ciudadanos comunes y corrientes, argumentando que la representación no tiene nada que ver con un cuadro de la Última Cena, sino con una fiesta pagana relacionada con un dios del Olimpo. Los defensores de esta afirmación argumentan que los cristianos no saben de arte y que se ofenden sin motivo. De ser así, la organización no debería proporcionar ninguna explicación.

La escena no será gratuita a pesar de las excusas. La sexta mayor empresa de telefonía móvil de Estados Unidos, C Spire, hizo pública la decisión de retirar su publicidad de los Juegos Olímpicos en la plataforma X: “La burla de la Última Cena en las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos de París nos ha conmocionado”. La polémica difusión de los valores culturales del país anfitrión saldrá costosa.

Además, para fomentar la fraternidad, la igualdad y la libertad, es innecesario herir las conciencias. Los Juegos Olímpicos van mucho más allá de las diferencias ideológicas de algunos artistas. El olimpismo es un movimiento que promueve la unidad y deleita a los atletas y a los espectadores. Los eventos extradeportivos relacionados con esta actividad no pueden contradecir estos objetivos. 

Es difícil llegar a un consenso en asuntos artísticos. Las preferencias personales no coinciden con las predilecciones ajenas. El refrán dice que los doctores no opinan sobre gustos ni colores. No obstante, existen límites que deben respetarse. Por eso, muchos líderes de religiones distintas al cristianismo respaldaron a la Iglesia católica francesa después que expresara su desconcierto tras la representación caricaturesca. 

Es innecesario provocar y destacar al mismo tiempo el supuesto símbolo de la cultura francesa, o mejor dicho, de una parte de ella, imponiendo imágenes sin censura que no son adecuadas para todos los espectadores. Innecesario. (O)

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