Innovaciones educativas / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión



La globalización del mundo ha obligado al contexto en general a adoptar cambios en todos los órdenes. Y en forma prioritaria en el hacer educativo que constituye el pilar central para el desarrollo de un País. Esta presión de las fuerzas internas y externas, obligan a las instituciones a repensar en su misión y visión de futuro en forma planificada, sistemática y objetiva que garantice niveles de eficiencia y eficacia en las prestaciones de los servicios.

La auténtica base sobre la cual se levanta el adelanto de un país es la educación; por consiguiente, todos los esfuerzos deben centrarse para que el proceso educativo sea fortalecido material y espiritualmente en función de una perspectiva de futuro. Es tarea ineludible para las autoridades educativas llenas de sensibilidad didáctica y conocimientos de la personalidad humana emprender cambios de orientación científica o social a base de apreciaciones concretas respecto del educador y del educando.

Otro factor que nos ha obligado a un cambio radical fue la visita del nuevo virus (Covid-19), que ha humillado al mundo y nos obligó en formar inexorable a adaptarnos a un nuevo estilo de vida que, a pesar de resistirnos a ello, en forma forzosa ya se experimentan cambios, como el que hoy se observa en la formación educativa. 

El proceso educativo en forma general siempre ha exigido enormes sacrificios y una gran dedicación e innovación permanente. La función y tarea del maestro se torna cada vez más compleja, difícil y exigente por las circunstancias y condiciones sociales del medio.

La irrupción de los medios en los procesos de enseñanza-aprendizaje implica que el maestro asuma nuevos roles. Aquello no significa que el maestro sea desplazado. Ciertamente, se cambia la figura de maestro tradicional por el virtual. En la época de la informática los maestros dejan de ser los únicos transmisores del saber y el conocer, para convertirse también en guías, en orientadoras, en facilitadores, en motivadores, en impulsores; funciones todas que son inherentes a su rol, pero con la peculiaridad de que estas funciones lo desarrollaban en forma presencial en el aula o salón de clase.

Los innovadores modelos educativos requieren que los maestros estén preparados no solo para la enseñanza en el aula sino que tienen que ilustrarse en las tecnologías educativas que les permitan diseñar materiales, someterlos a prueba y perfeccionarlos, desarrollar sistemas de autoevaluación, vigilar y controlar procesos de aprendizaje individual, administrar sistemas de evaluación académica en términos amplios y masivos, construir bancos de preguntas, preparar materiales para aprendizaje auxiliados por el ordenador; lograr una mejor optimización del tiempo y los espacios escolares; diseñar, probar y evaluar nuevos currículos educativos con base en procesos individualizados y sectorizados de aprendizaje, de acuerdo con las condiciones del contexto socioeconómicos de los alumnos; y muchas otras “innovaciones educativas” que reproducen y hacen más operativa la acción del profesional de la educación.

Es necesario tener en cuanta estas funciones cuando se piense en términos de rediseño de políticas educativas. Todos los agentes educativos deben enfrentar el reto de la innovación educativa conducentes al logro del desarrollo del potencial humano.

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