INSEGURIDADES A VENCER

Columnistas

Mientras continuemos intentando “despegar sin levantar los pies” y no hagamos nada por cambiar esa realidad falta de claridad, estabilidad y previsibilidad en leyes, normativas o en su aplicación.

Mientras sigamos avivando un entorno en el que las reglas del sistema legal son ambiguas, inconsistentes o frecuentemente cambiantes, y generan incertidumbre para los ciudadanos, empresas y otras organizaciones; no podremos sentirnos ni declararnos libres y mucho menos emprendedores y visionarios.

Nos mantendremos anclados a viejas praxis clientelares, sometidos a sus designios, sin adecuada comunicación o planificación, y con interpretaciones contradictorias por autoridades o tribunales. Encadenados a estilos de corrupción y arbitrariedad en la aplicación de la ley, carentes de independencia judicial y con lagunas legales y mentales que afectan la imparcialidad de las decisiones.

Por si fuera poco, la inseguridad jurídica acarrea impactos económicos y sociales: Dificulta la inversión, incrementa costos operativos, desincentiva el crecimiento y la innovación, genera desconfianza, promueve conflictos sociales, afecta derechos fundamentales y crea inestabilidad en decisiones personales. 

En esas condiciones las empresas no tienen certeza sobre el marco legal al que estarán sujetas; y deberán adaptarse a estrategias legales y comerciales variables que no ofrecen garantías. En tanto personas y grupos sociales llegan a sentir que no están protegidos por la ley, particular que deriva en vacilaciones y fracasos en la toma de decisiones.

Preocupante, que cada vez más y con más énfasis se dude de la veracidad, certeza y conclusión de las encuestas electorales debido a una combinación de factores técnicos, sociales y políticos que afectan su precisión, credibilidad y percepción ya que, muchas de ellas, no logran captar adecuadamente la diversidad de la población y terminan por sub-representar a ciertos grupos sociales, geográficos o demográficos.

En la era digital, sospechoso resulta que dependan exclusivamente de llamadas telefónicas (particularmente a teléfonos fijos) y que no puedan llegar a segmentos significativos de población, como los jóvenes; sin dejar de mencionar que, una muestra pequeña o mal distribuida, aumenta el margen de error y reduce la capacidad de hacer predicciones precisas.

Lo anterior, a despecho de saber que los ciudadanos son cada vez menos leales a partidos políticos tradicionales, lo que genera cambios rápidos y difíciles de captar en la intención de voto, en tanto que otros ocultan sus verdaderas preferencias o responden de manera irónica por temor al juicio social o desconfianza hacia las instituciones, sin dejar de enfatizar los votantes que prefieren no revelar su elección, especialmente si apoyan a candidatos polémicos.

Cuando las encuestas se diseñan o presentan para influir en la opinión pública, más que para reflejarla objetivamente, se percibe que son financiadas por actores con intereses específicos. Cuando son presentadas como predicciones definitivas, siendo en realidad una fotografía de un momento específico y los medios o las organizaciones publican solo resultados que favorecen a ciertas narrativas, generan sospechas y … su credibilidad disminuye.

Tenemos todo un año por delante para cambiar ¡Feliz 2025!

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