Insulto legislativos sin responsables / Luis Fernando Torres
Que a una legisladora un compañero aludido le diga, públicamente, “quedaste como una puerca”, no es un halago sino un insulto, que destila odio y prejuicios en contra de una mujer que desempeña las funciones de asambleísta. No hubo disculpas por parte del insultador sino recriminaciones recurrentes a la ofendida, dando a entender que merecía el insulto y mucho más por el hecho de ser correísta.
El Consejo Administrativo de la Legislatura le sancionó administrativamente al asambleísta ofensor, suspendiéndole en sus funciones por treinta días, tal como manda la Ley Orgánica de la Función Legislativa. Ante la legalidad y oportunidad de la sanción, el legislador se limitó a desviar la atención para que se creyera que le habían suspendido por haber destapado algunos escándalos petroleros con la presencia del inefable Capaya en la Comisión de Fiscalización, personaje tétrico que comió de la mano del correísmo y se engordó con barriles de crudo, durante los años de la bonanza revolucionaria.
La política ecuatoriana se va quedando sin políticos de casta y honor. Pocos son los que tienen la entereza de reconocer responsabilidades y errores y, en el evento de un insulto, de disculparse.
En el primer Congreso de la democracia, en 1980, el diputado Otto Arosemena Gómez desenfundó su arma y disparó al diputado Pablo Dávalos Dillon, por haberlo llamado “majadero”, sin que haya existido una disculpa de por medio. Fue una reacción desproporcionada del expresidente Arosemena. Sin embargo, por aquella época, los insultos tenían certificados de nacimiento y de defunción. Dávalos, por cierto, nunca se ufanó de su insulto.
Las redes sociales se han convertido en un espacio para que la gente insulte y se desahogue. Y como resulta tan difícil conseguir que los difamadores se disculpen o respondan por las difamaciones, se ha llegado a creer que el insulto no trae consecuencias, y, por ello, puede ser proferido desde la distancia digital.
Existen insultos elegantes e ingeniosos. Un periodista le dijo a un dictador latinoamericano: “ofreció mear agua de colonia sobre los corruptos y terminó enterrando a Montesquieu sin duelo ni velorio”. Llamarle “puerca” a una legisladora es, por el contrario, un insulto burdo y sin chispa.