INTELECTUALES
Nos quejamos, y con sobrada razón, de la pobrísima capacidad intelectual de muchas autoridades seccionales, concejales, actores políticos y hasta de (o debería decir sobre todo de) asambleístas, que por sus razonamientos e intervenciones públicas provocan vergüenza ajena.
Hemos elevado la voz en incontables ocasiones para que exista algún tipo de filtro, de forma que no cualquiera ostente tales dignidades sino solamente quienes tengan un nivel académico que garantice algo de cultura, pero no solo que, de haberlo, no la garantizaría, sino que además para los sensibles progresistas podría considerarse discriminatorio.
Por eso, me temo que la solución no va por ahí, sino más bien con cultivar la creatividad crítica, es decir la capacidad de no conformarse y reinventar todo, lo cual no es necesariamente un hecho que dependa de factores externos o de terceras personas, sino de la exclusiva gestión de uno mismo.
Y quién mejor para explicarlo, con la exquisites de todo un prolífico intelectual, que el célebre escritor, filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco, conocido por su aguda perspectiva sobre la cultura y el conocimiento, quien, haciendo gala de sobrada lucidez, responde así a la siguiente pregunta.
Periodista: Usted es uno de los intelectuales más famosos del mundo. ¿Cómo definiría el término intelectual? ¿Conserva para usted algún significado en particular?
Umberto Eco: “Si por intelectual entendemos todo aquel que trabaja únicamente con su cabeza y no con sus manos, un empleado de banco es un intelectual y Miguel Ángel no. Hoy, con los ordenadores, cualquiera es un intelectual. Por eso, no creo que la cuestión tenga nada que ver con profesiones o clases sociales. Para mí, un intelectual es alguien que produce nuevos conocimientos haciendo uso de su creatividad. Un campesino, cuando comprende que un nuevo tipo de injerto puede producir una nueva clase de manzanas, está desarrollando una actividad intelectual, mientras que un catedrático de filosofía que se pasa la vida repitiendo una misma clase sobre Heidegger no tiene por qué ser un intelectual. La creatividad crítica -el espíritu crítico para analizar lo que hacemos o inventar formas mejores de hacerlo- es la única vara para medir la actividad intelectual.”
Pregunto: ¿Cuántos de los que se pasean en la administración pública están en capacidad de analizar con justeza lo que hacen o de inventar alguna forma mejor de hacerlo? ¿Cuántos de ellos han producido nuevos conocimientos? ¿Algún político ha puesto en práctica su creatividad crítica, como el campesino con el injerto? ¿Y cuántos actúan cual viejo profesor de filosofía repitiendo la misma clase durante toda la vida?
Sin temor a equivocarnos, en política, una abrumadora mayoría se limita simplemente a repetir a pie juntillas lo que alguien ordena (así provenga de un delincuente). Carecen de creatividad crítica, son solo obedientes mandaderos, lo cual, no es de lo más inteligente que digamos.
Y créame, esta obsecuente combinación de ignorancia, falta de amor propio e incultura en gente con algo de poder, le ha causado un daño irreparable al país.