Intuiciones / Mario Fernando Barona
No sé exactamente de qué dependa, pero hay gente que sabe (intuye) con bastante acierto cuando algún fantoche (que hay bastantes) se postula para un cargo de elección popular sin estar preparado. Sabe cuando esa persona que pretende ser alcalde, prefecto, asambleísta o presidente lo hace solo para figuretear o porque quiere “sacarle partido”, además, intuye muy bien su falta de competencias mínimas (liderazgo, honradez, temple, conocimiento, soluciones, etc) para ejercer el cargo en caso de ganarlo. Lamentablemente esa efectiva intuición no la tiene todo el mundo, por eso suelen ganar elecciones quienes no las merecen.
En las ultimas elecciones muchos, aunque no los suficientes, bien intuíamos que Guillermo Lasso era el mejor candidato, en segunda vuelta esta felizmente se incrementó. Una vez en el poder y con los primeros seis meses de gestión, tiempo prudente como para hacer una evaluación más profunda, confirmo que dicha percepción no estuvo equivocada, por dos razones. En primer lugar, es claro que Lasso quiso ser presidente por un sincero amor al país, lo demostró desde un inicio cuando no buscó postularse por simple capricho, novelería u oscuros intereses personales; y segundo, porque siempre estuvo preparado, así lo demuestran los extraordinarios resultados que hablan por sí solos. Se lo explico.
Guillermo Lasso es un hombre rico que bien pudo disfrutar su fortuna en la tranquilidad de su hogar y alejado de tanta podredumbre politiquera, sin preocuparse por nada ni estar en boca de nadie, pero prefirió dejar esa zona de confort y entregar su vida al país, y digo entregarla literalmente, porque la cantidad de mega problemas con los que debe enfrentarse a diario y en todos los frentes es para morirse. Amor, ¿verdad?
En este corto tiempo ha conseguido, entre otros, logros muy destacados. Al exitosísimo proceso de vacunación, se suman tanto los históricos montos de inversión extranjera con contratos aprobados por más de 2 100 millones de dólares, así como cifras récord en las reservas internacionales que de 2 000 millones de dólares a marzo del 2020, alcanzaron hoy los 8 130 millones de dólares. Esto, en circunstancias normales es encomiable, en medio de una severa crisis económica por la pandemia, con un despiadado ejercicio de la política que le impide gobernar, con una galopante corrupción estructural y con un grupo de asambleístas que apoyan a delincuentes y buscan destituirlo a toda costa, es simplemente admirable. Sin embargo, lo que es aún más significativo es que lo hizo sin despilfarros, sin endeudamientos brutales, sin permitir que roben con su consentimiento, sin fastuosos elogios a su imagen, con respeto a la institucionalidad y sin corrupción.
Y sí, hay gente honesta que ha sido traicionada por su intuición, pero esta vez la mayoría acertó con ella. No hagamos que se esfume. (O)