Invasión previsible
Nuevamente los errantes que, descolgados de un asiento temporal se encaminan hacia “la tierra prometida” por la atracción que generó el esnobismo – correista que declaraba a todos los caminantes del mundo “hijos predilectos” y, con el primer paso en frontera, los proclamaba ciudadanos y los acogía sin siquiera preguntarse para que venían… es el nuevo fantasma a resolver para el novel gobierno que aguarda con paciencia y serenidad que le lluevan “todos los males”.
Los aventureros que, abandonaron sus costumbres y palaciegas hambrunas por efecto de las sabias decisiones políticas gobernantes en sus reductos, se dejan llegar una vez más a la ínsula de todos y de nadie, para inundar sus calles y lastimeramente sobrevivir de las dádivas. Y, cuando se hacen fuertes “ejercer incluso el voto” por sus “benefactores” y lapidar de epítetos a los legítimos vencedores de las lides electorales contrarias a su corriente idealista de la sobre vivencia a ultranza.
En la otra orilla, un pueblo de resiliencia a toda prueba aguarda expectante el embate de las aguas y de las olas migrantes, en tanto los “opinólogos” se queman las pestañas en búsqueda de las primicias que no terminan de llegar, sin aportar -para nada- una idea o una imagen que no sea la reiterada conversación de la duda, por no disponer de información y no haber sido llamados -a consulta- por el elegido.
Un primer saludo de tanteo con alguien, en el extranjero, genera de inmediato su respuesta negativa al propósito imaginario del intento.
!Son patéticos, insufribles y mal necesario, sostienen los entendidos!
En mi visión, son imprudentes entrometidos que viven del espectáculo, avivando el fuego y restañando heridas.
Pero en fin, estos, no son por ahora tema de preocupación.
¡Los otros si! Porque las hordas que deslazándose ocuparán espacios y ciudades, grandes y pequeñas, arrasan con todo cuanto encuentran en su paso y dueños al fin “sin querer queriendo” como decía el comediante mexicano, de un título nobilísimo como es el de ciudadano, más temprano que tarde, nos impondrán por fuerza de la costumbre y de las arremetidas de los defensores de los derechos ajenos, todo su caudal de imposiciones y demandas insatisfechas.
Y este país y el nuevo gobierno, ya tienen suficiente problema que enfrentar, para hacerse de uno adicional.
Lo más seguro es que las diligentes organizaciones internacionales acudan con un recetario tan largo como sus penas, pero sin un solo céntimo en el bolsillo, a congraciarse con el novel gobierno y a ensalzar la bondad, la apertura y la solidaridad que son tan propias de los ecuatorianos, a cambio de nada.
Entonces sí -seremos a sus ojos- merecedores del paraíso a vuelta de soportar en vida todo un infierno.
Una sabia decisión del gobierno en funciones, sería la de abrir un callejón de tránsito para que el grupo de caminantes legitimamente desplazados desde Chile y Perú circulen sin detenerse hacia Colombia y desde allí, enfilen sus pasos a propia casa, a defender sus temas y solventar sus necesidades.
Es hora de proteger, sin más egoísmos que la primacía nacional, lo poco que se tiene, hasta tanto se consulte y afine la normativa constitucional. (O)