Invitación Pascual: Sal fuera y vive (II) / P. Hugo Cisneros C.
Yo te ENVIO para que SAQUES a mi pueblo. YO ESTARÉ CONTIGO. Yo soy el que soy.YO SOY VIDA (Éxodo 3, 7 ss). En la pascua de Dios aparece el colaborador», Jesús actuará de la misma manera y en este cuadro se inscribe la invitación y el mandato de «SAL FUERA», VIVE PARA QUE VAYAS A DAR VIDA EN ABUNDANCIA (Juan):
Dios quiere terminar la búsqueda del hombre y en la plenitud de los tiempos (Hebreos 1) envía a su Hijo Jesús. Desde entonces su búsqueda se vuelve propuesta, ofrecimiento, don.
Cristo se constituye en la PASCUA DE DIOS. Él es nuestra pascua y «si Cristo no fuera la pascua del hombre vana es nuestra fe, inútil nuestra esperanza y nuestra vida sería la más desdichada de todos los hombres. (1 Corintios 5,7) Por eso Pablo y todo cristiano se gloria en la CRUZ (signo de la pascua) de Cristo Jesús. Si queremos llegar a la gloria, el camino es Cristo, porque Él es el Paso de Dios en medio de los hombres (Romanos 8,17) (Santiago 1,12). La Pascua de hoy nos lleva «a Cristo y contemplar en él al que atravesaron» (Mensaje de Benedicto XVI).
El paso histórico de Jesús en medio de nosotros los hombres fue un paso en el que entregó vida a cada momento en cada una de sus palabras, de sus acciones. El paso de Cristo siempre deja vida y es para el que se acerca a él un motivo de PASAR de un estado de mal a un estado de Gracias. Es el inicio de una permanente conversión. Por ell los signos qué el hace son pascuales: pasa del pecado a la gracia (adúltera), pasa del alejamiento al acercamiento (el caso de los leprosos), dé la indiferencia al entusiasmo (Samaritana Juan 4), pasa de las tinieblas a la luz (curación de los ciegos), del egoísmo a la disponibilidad de dar la vida por el otro.
Cristo pasa y hace que el hombre deje su «ghetto» y se convierta en un ser universal, hermano de todos.
«He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). El Señor Resucitado ha permanecido fiel a su promesa. A lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia, gracias a su Espíritu, se ha hecho constantemente presente en ella iluminándole el camino, inundándola de gracia, infundiéndole la fuerza para vivir siempre con mayor intensidad su palabra y para cumplir la misión de salvación como sacramento de la unidad de los hombres con Dios y entre ellos mismos.
La vida consagrada, en el continuo desarrollarse y afirmarse en formas siempre nuevas, es ya en sí misma una elocuente expresión de esta su presencia, como una especie de Evangelio desplegado durante los siglos. Ésa aparece en efecto como «prolongación en la historia de una especial presencia del Señor resucitado». De esta certeza las personas consagradas deben sacar unrenovado impulso, haciendo que sea la fuerza inspiradora de su camino.
La sociedad actual espera ver en ellas el reflejo concreto del obrar de Jesús, de su amor por cada persona, sin distinción o adjetivos calificativos. Quiere experimentar que es posible decir con el apóstol Pablo «esta vida en la carne la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Ga 2, 20). (O)