Jueces de internet 

Columnistas, Opinión

La boxeadora argelina Imane Khelif está en el centro de una exasperada polémica sobre su elegibilidad para participar en los Juegos Olímpicos después de que una rival abandonara un combate, el mismo que suscitó dudas sobre la participación de Khelif especialmente por el organismo regulador del boxeo y más luego por cada uno de nosotros que hemos desacreditado después de que aparentemente no superara lo que se ha descrito como una prueba de elegibilidad de género, antes ya lo habíamos hecho con Semenya, Mboma y Niyonsaba, mujeres afrodescendientes  a las que también la Federación Internacional de Atletismo han expulsado en anteriores torneos,  porque sus niveles de testosterona fueron altos.

Pero el Comité Olímpico Internacional (COI) apoya firmemente su participación en los Juegos de 2024, y su portavoz, Mark Adams, afirma que «nació mujer, fue registrada como mujer, vivió su vida como mujer, boxeó como mujer, tiene pasaporte femenino», y es así, Khelif ha sido objeto de un torrente de abusos en línea, utilizando la controversia para alimentar la guerra cultural más amplia en torno a la identidad de género. La polémica no sólo ha ensombrecido la victoria de Khelif, sino que también tiene implicaciones para su privacidad y seguridad. Por ejemplo, en su Argelia natal, la libertad de expresión está muy limitada, y ser gay o transexual van a prisión. 

 No ha existido un código ontológico de los profesionales de la comunicación y también de nosotros en el uso adecuado de las redes sociales que habíamos compartido imágenes y comentarios en contra de Khelif, cuya corporación racial, construcción corporal y expresión de género no responde al modelo de feminidad tradicional impuesto por Occidente. Khelif tiene un nivel hormonal ligeramente superior a lo que convencionalmente se estipula como nivel hormonal femenino, y digo convencionalmente, pues las Ciencias Médicas también trabajan con consensos y con gramáticas sociales y culturalmente establecidas. 

Toda persona tiene derecho a practicar deporte sin discriminación, cumpliendo con las normas de elegibilidad y de inscripción de la competición, así como con todas las Normas Médicas y el Código de Ética aplicables establecidas por el COI, sin embargo, hemos vomitado criterios y comentarios racistas contra una mujer árabe que está siendo perseguida porque su expresión corporal y de género no se corresponde con las expectativas de nosotros los fiscales y jueces del internet.

Por todo eso, hay que descolonizar los conocimientos, la mente, el ser, el hacer y el saber. Es la única manera de poder orientar una educación y el deporte para niños y jóvenes en una sensibilidad intercultural e inclusiva, para que sean amantes de lo propio y respetuosos con los otros. Más allá de la multiplicidad de los talentos individuales, el deporte ha de tener en cuenta la riqueza de las expresiones culturales de cada uno de los grupos que componen una sociedad; sean estas africanas, europeas, asiáticas y americanas, justamente por esa multiplicidad de sus raíces culturales y lingüísticas. (O)

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