La ambateñía / Washington Montaño Correa
Por las redes sociales, observé que circulaba hace ya un tiempo, el “Decálogo de la Ambateñía”, singular proclama que traía como mensaje de fondo, la recuperación de los valores sociales de los ambateños y no ambateños. Este decálogo fue una iniciativa del autodenominado colectivo “Viva Ambato, Ambato vive”.
Más allá de las palabras que contiene este decálogo, subyace el mensaje subliminal a todos los que moramos este suelo y que de una u otra manera hemos hecho de ella, la Patria chica, a la que debemos venerar con el cumplimiento de los valores esenciales que tenemos los seres humanos, comenzando por ser gratos con la tierra que generosa nos acoge.
Muy importante que haya grupos sociales sensibles ante el marasmo social en que se desenvuelve la colectividad ambateña, porque ya no hay un; disculpe, me hace el favor, tenga la bondad; si es tan gentil en atenderme; buenos días vecino, pase usted, perdone interrumpir y otras formas de expresarse de manera culta. Molesta a los oídos que ahora todo es por medio de palabras cortadas, porque hay pereza mental en elaborar y en pronunciarlas, como: veci, por aquí, veci por acá; señito, doc, inge, arqui, profe, licen, seño; o el uso excesivo de vulgarismos y malas palabras como parte común y corriente del léxico de personas, con estudios superiores inclusive, que dicen: mijín, amiguis, acolite, qué hd…
Lo que temo es que la propuesta, no tenga enlace con el sistema educativo, que está en otro tono, y al igual que la “Puntualidad Ambateña” con el tiempo y las aguas, haya ido muriendo por inanición, ya que ni las autoridades pusieron el buen ejemplo; como tampoco impusieron esta norma a las autoridades de afuera que acudieron a engalanar los actos más importantes que tenemos como ciudad, llegando atrasados.
Los diez preceptos que tiene son más que necesarios, porque la ciudad prácticamente se autodirige, en días de intenso tráfico, ante autos mal estacionados, sobre las aceras, no asoman agentes de tránsito; en las jornadas de protesta, los ciudadanos tuvieron que defenderse ante la nula actividad policial; los compradores regatean con los vendedores de los mercados que imponen sus precios sin control de los comisarios; en las oficinas públicas, el desaseo es común; aceras sucias, llenas de excrementos de perros; las paredes y ecotachos son malolientes, porque son los servicios públicos de gente maleducada.
Lo que pide este decálogo, debería darse como parte del pensum de estudios y en una práctica diaria en escuelas y colegios. Este colectivo habla acerca de las obligaciones que como ambateños debemos tener, comenzando por el respeto al bien común como son los parques y lugares de esparcimiento ciudadano, pero si hay gente tan inconsciente que va al parque con el perrito, pero no va llevando la funda para recoger la caquita del perrito y le vale madre lo que otros digan. Qué ambateño enarbola la bandera del terruño en las fiestas del 12 de noviembre, pocos; porque no hay una iniciativa desde el municipio o desde el consejo provincial.
Comencemos con una gran minga de la ambateñidad para limpiar la ciudad, coloquemos banderas de la ciudad y del país y recibamos a los propios y extraños con la “cultura y entusiasmo que caracteriza a los ambateños” Las autoridades deben dar el buen ejemplo y ser los primeros en practicar este Decálogo de la Ambateñía. (O)