LA BELLEZA DE LA FINITUD
Seguro nunca, o a lo sumo alguna vez, como hoy, le habrán propuesto que apenas
iniciada la lectura se detenga y deje de leer. Y es que le quiero pedir encarecidamente
que con el periódico a un lado medite tranquilamente su respuesta a la siguiente
pregunta: ¿Qué es lo que más le gusta de la vida? Tómese el tiempo que necesite y por
favor sea lo más honesto posible.
Bien, ahora que ya sabe qué es lo que más le gusta de la vida (tal vez disfrutar la sonrisa
de sus hijos y nietos, gozar de buena salud, caminar libre y sin preocupaciones, pasar
ratos en familia, vacacionar, aprender, etc.) debo decirle que todo eso y cualquier otra
cosa que haya respondido es efímero, no durará, y se lo digo no con el ánimo de
amargarle esos preciosos momentos, sino exactamente por lo contrario, porque el saber
que son finitos y que en algún momento tienen que acabar hace que anide en nuestro
corazón un mágico sentimiento de “eterna fugacidad”.
Y es que la vida, a pesar de sus desgracias y bellezas, tiene sentido únicamente porque
es finita. Sin un final, todo perdería su emoción y su valor. Una vida finita le obliga a elegir,
a decidir qué hacer con su tiempo y a decidir qué quiere ser. Esa limitación de tiempo es
la que da sentido a nuestra vida en este mundo.
Si viviera eternamente, las decisiones y metas no tendrían sentido. Siempre tendría
tiempo para lograr cualquier cosa y nadie se esforzaría por nada. Podríamos hacerlo todo,
probar cada camino, vivir cada experiencia y lograr todas las metas que nos
propusiéramos.
Elegir una cosa significa renunciar a otra y esa renuncia es lo que da valor a su decisión,
es lo que lo define haciendo que su camino sea dulce o amargo. Estudiar una cosa y no
otra, formar una familia con una persona y no con otra, perseguir un sueño y no otro…
No obstante, para los escenarios desagradables, creo que no habrá mayor comentario
que hacer porque si lo son, mas bien qué bueno que terminen, ¿verdad?
Habiendo entendido, pues, que cualquier cosa -sea buena o mala- vista desde la belleza
de la finitud es una completa bendición, podríamos entonces ver con nuevos ojos no solo
lo positivo, agradable y correcto, sino también lo que no lo es como una enfermedad, por
ejemplo, que dentro de la finitud podría estar dándonos lecciones de unidad y coraje; o la
discordia, entendida tal vez como oportunidad de reconciliación; o incluso la misma
muerte, que nos recuerda que estamos de paso y que en este corto tiempo hemos de
dejar buena huella.
El mundo cobrará significado cuando comprendamos que no podremos hacerlo todo en la
vida, así que, aproveche cada día en hacer lo que más le gusta porque en cualquier
momento la finitud podría recordarle su belleza.