La ciencia al rescate de la política / Mario Fernando Barona
Hay incontables misterios irresolubles en la ciencia para los que posiblemente jamás tengamos respuesta: por nombrar solo uno, el gran misterio de la vida y la muerte, que es sólo eso, un ejemplo del inconmensurable enigma en el que nos desenvolvemos día a día los humanos. Hay otros, sin embargo, que gracias a los avances de la ciencia y la tecnología, van día a día entregándonos respuestas o al menos atisbos de ellas.
Uno de estos misterios que por mucho tiempo le ha tenido de cabeza a la sociedad y a varios científicos, es la rivalidad conceptual y antagonismo entre ideologías políticas de derecha e izquierda motivados por algún tipo de fisiología cerebral en activistas de una y otra posición. En otras palabras, por qué unos defienden y prefieren una ideología más progresista – reaccionaria, y otros una más conservadora – liberal. Ahora mismo, la ciencia está tratando de entender estas cuestiones y ha encontrado, en principio, cosas muy interesantes.
Quién iba a imaginarse, por ejemplo, que quienes defienden a las izquierdas, cuando lo hacen “encienden” siempre unas zonas determinadas del cerebro distintas a las zonas que en cambio las “encienden” aquellas personas afines a las derechas. Para mí esto me resulta loco, porque determinaría que nuestras conductas y actitudes políticas no dependerían solo del entorno o del conocimiento adquirido, sino que vendrían determinadas por algún tipo de funcionalidad cerebral previa, una especie de chip pre instalado. Se entendería así por qué en una misma familia suelen haber parientes muy disímiles en aspectos políticos.
Aún hay que investigar, desde luego, pero en tal caso, ya se tendría entonces una explicación de lógica consecuencia respecto a algunos comportamientos absurdos, irracionales e inmorales de las izquierdas, incluso de personas aparentemente cultas y estudiadas, al pretender defender lo indefendible, apostar por el delincuente, apoyar al dictador y anarquista solo porque es de su misma línea aunque pese en su contra una tonelada de pruebas irrefutables de corrupción, aupar la violencia, el vandalismo y el caos, y también, aunque no lo digan abiertamente, ensalzar el narcotráfico enquistado en sus gobiernos. En una palabra, saben que hacen mal, pero algo en su cerebro los bloquea.
La semana pasada, la cantante chilena Mon Laferte, no solo enseñó sus pechos al mundo con una leyenda pintada en ellos que contradecía totalmente con el icónico pañuelo verde colgado en su cuello, sino que en una entrevista posterior dijo: “No apoyo la violencia, pero si tengo que ir a quemar un supermercado que me ha robado toda la vida, para exigir lo que me ha correspondido por un derecho básico, yo lo hago.”
Frente a estos y a muchísimos otros casos de inexplicables disparates, inmoralidades y salvajismos de algunos izquierdistas, me pregunto si en algún momento la ciencia saldrá al rescate de la política corrigiendo tan denigrantes comportamientos. (O)