La demagogia / Verónica Chávez Gómez

Columnistas, Opinión



Cuando el favor popular se motiva por medio del halago, del estímulo a las emociones ciudadanas y de las promesas ilusorias del márquetin político, se ha estacionado innegablemente en la vida pública de un territorio, la demagogia.

El presidente de los EE.UU. (1861-1865) Abraham Lincoln, habría explicado a la demagogia como ‘’la capacidad de vestir las ideas menores, con palabras mayores’’ él incluso avizoró de lo que hoy es capaz una campaña electoral financiada para la oferta de quimeras.

Pero no solo la acaricia a los sueños e imaginarios de bienestar ciudadano, se asienta en lo demagógico, como todo mal que atenta al desarrollo de las democracias, se ramifica en variantes que suelen pasar desapercibidas por la opinión pública.

Las nuevas autoridades profieren que, su equipo de trabajo es de su total confianza; sonaría legítimo, pero patentemente se omite que la confianza en lo ejecutivo de cualquier nivel de gobierno, radica en la efectiva respuesta y desempeño eficiente a las demandas ciudadanas.

Demagógico es también el cliché de –un gobierno, funcionario o servicio- de ‘’puertas abiertas’’; lo público supone un diálogo permanente con la sociedad, mas ese derecho ciudadano a diario es vulnerado porque la ‘’llave’’ yace en la bóveda de los esbirros.

Lo grave de las promesas incumplidas respecto a obras y gestión públicas es que, una vez que la ciudadanía las reconoce como engaño; el poder se empecina en sostenerlas y mantener como su política la difusión sistemática de nuevos ofrecimientos de cuestionable ejecución.

El célebre filósofo español, Julián Marías, alerta que otro de los nocivos efectos de la demagogia, es la reacción en cadena que provoca en la sociedad, porque la promesa de imposibles impele a los demás a la misma práctica en la intención o desesperación de alcanzar el poder.

La comodidad de la demagogia y sus devotos se origina en la simpleza de ofrecer lo irrealizable; a sustentar una oratoria, porque ella consiste en el difícil arte de convencer, o al menos de expresar la verdad que per sé, es la vía más segura y eficiente de convencimiento. (O)

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