La democracia y Kavanaugh /  Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

 

La democracia más grande, famosa y robusta del mundo no tiene ese calificativo por mera fanfarronería y propaganda. Es, literalmente, la democracia más sólida de la que la historia tiene registro. No tiene rivales. Porque así como el proceso para ser candidato y eventualmente presidente de los Estados Unidos es el más largo, costoso y difícil de todos, ser juez de la Corte Suprema de Justicia de ese país es igualmente complicado.

 

Un juez de la Corte Suprema tiene el cargo de forma vitalicia. Influye, además, en las grandes decisiones de los ciudadanos y define el rumbo de temas muy sensibles durante décadas.

 

Quien haya seguido de cerca la confirmación en el Senado del juez Brett Kavanaugh, nominado por el presidente Donald Trump, seguramente disfrutó de un momento único y tenso.

 

Al juez, que tiene un historial intachable en su larga vida pública de más de veinte años, la bancada demócrata y la izquierda americana ha intentado vincularle como el autor de un inverosímil y supuesto acoso sexual realizado a una profesora hace más de treinta años.

 

El acoso no tiene lugar, fecha ni más pruebas que el solo testimonio de la supuesta afectada, pero se ha utilizado como la única arma para frenar la confirmación que deberá realizar el Senado norteamericano, de mayoría republicana. En los años ochenta, la izquierda intentó con el mismo guion frenar la nominación de otro juez de corte tradicionalista y tampoco lo logró. Hoy parece que tampoco lo hará. En todo caso, que todo el mundo pueda ser testigo del proceso de confirmación de un juez es la muestra más fehaciente de que seguimos ante la democracia más importante de todos los tiempos.   (O)

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