La duda de la moral / Juan José Quesada Revelo
Freud hablaba de tres tareas imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar. La primera en el sentido de la crianza de los hijos de la mejor manera, pero ¿bajo qué preceptos se instaura una crianza “de la mejor manera”?
La autoridad de los padres se consolida en la lógica del “debes hacer lo que yo digo” y no en la lógica del “debes hacer lo que yo hago”, porque lo padres, pese a que deben mantener el semblante; caminan ellos mismos, indecisos y errantes a cada paso, pues es ahí cuando se remiten a una afirmación que no cabe duda es cierta como insidiosa: “nadie nace con el manual para ser padres”. En este punto, lo que los padres dicen a sus hijos que hagan está en proyección a un ideal que ellos mismos han fracasado en consolidarlo.
Sin embargo, no puede ser de otra forma, de lo contrario, piénsese en un padre que habla siempre en función de sus acciones y ese mismo régimen quiere impartir en sus hijos; ¿no estarían dichos hijos expuestos a ser anulados totalmente como sujetos? Adicionalmente, un padre con dichas características está lejos de ser real, porque donde está la duda, el miedo y la disyuntiva en las decisiones, siempre estará presente el dolor moral y cierta pérdida de la voluntad y el control de lo que sucede.
Los hijos advierten tempranamente las inconsistencias de ser castigados por incurrir en un fallo que los mismos padres lo hacen a gran escala. Antes se decía que no se podía alzar la cabeza ni responder a los padres porque el castigo era peor. Hoy en día, los hijos se han convertido en agentes del Derecho y la moral, poniendo en evidencia a sus padres, sólo que en esta rebelión se quedan sin soporte para manejarse libremente en favor de sí mismos.
En el fondo, siempre queremos y necesitamos una figura de autoridad, con todas sus contradicciones. (O)