¡La economía, estúpido!
La autoría de esta frase corresponde a un asesor de Bill Clinton, de nombre James Carville, durante la campaña presidencial de 1992. Desde entonces, imposible precisar los artículos que publicados con el mismo título.
Esta frase fue acuñada con un propósito no financiero, sino político. En otras palabras, “¡La economía, estúpido!” es un eslogan contra el gobierno de George Bush padre, que buscaba la reelección a la presidencia de los EEUU.
La década de 1990 marcó el fin de la Unión Soviética y al mismo tiempo una catástrofe financiera que trascendió a las potencias mundiales. Cuando la crisis llegó a los Estados Unidos, el Gobierno implementó medidas como el ajuste fiscal, la privatización de empresas públicas y la reestructuración del gasto público. Aparentemente, la situación estaba controlada. Por este motivo, las encuestas apuntaban a la reelección de Bush, cuya popularidad rondaba el 90%. Sin embargo, la estrategia de Clinton fue poner en evidencia como las necesidades más inmediatas de la población habían sido desatendidas. El eslogan ¡la economía, estúpido! Hizo que los electores dejaran de ver los éxitos de la política exterior, para mirar la precaria situación interna. Contra todo pronóstico, Clinton fue presidente.
En el Ecuador del encuentro fallido, el gobierno que se va, según datos oficiales, tendría cifras positivas. El 2022, según el Fondo Monetario Internacional, somos es el país latinoamericano con mayor superávit. Nuestro presupuesto tiene en superávit primario de 1,6%. Esto significa que habría más ingresos que gastos, sin contar los intereses de la deuda pública. Esta noticia debería cuestionarnos la salida prematura de Guillermos Lasso, pero la realidad es otra. La inversión en obras públicas y la inversión social están paralizadas.
Mientras las finanzas públicas aparentemente pasan un buen momento, gran parte de la población pasa hambre; las carreteras están destruidas; continúa el desabastecimiento de medicinas; la dotación a la policía sigue sin concretarse; aumenta el trabajo informal y la pobreza campea por todas partes. La economía en su visión global determina la calidad de un gobierno.
En medio del desastre, aparecen candidatos con una varita mágica, a proponer reducción de impuestos, empleo, refinanciar la deuda externa, armar a la policía, hacer carreteras, dar educación de calidad, mejorar la salud,… Ofrecen cosas imposibles de ejecutar en año y medio. Es necesario recordarles: ¡Es la economía…!