La Eutanasia en Ecuador
La aprobación de la eutanasia en Ecuador en 2024, nos enfrenta a una profunda reflexión sobre la muerte, la dignidad humana y el sufrimiento; este hito legal sin duda, ha abierto un espacio para la discusión sobre los derechos individuales y la autonomía de las personas en momentos críticos de su vida pero, desde una perspectiva psicológica, este tema nos invita a ir más allá de lo normativo, hacia la exploración de las emociones, valores y dilemas éticos que emergen en torno a la eutanasia.
La muerte es un fenómeno universal que, aunque todos enfrentamos, permanece envuelta en tabúes y temores; en el marco de la eutanasia la psicología nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significa realmente morir con dignidad? Para muchos pacientes, la muerte no es solo el fin inevitable de la vida, sino una etapa cargada de sufrimiento físico y emocional, una pérdida progresiva de control y, en muchos casos, una fuente de angustia existencial; la eutanasia aparece entonces como una opción que, en teoría, otorga al individuo la posibilidad de decidir sobre su propio destino, de poner fin al dolor y recuperar el control sobre una vida que, desde su perspectiva, ya no ofrece calidad ni esperanza.
El proceso de decidir la eutanasia, puede estar influenciado por factores profundos como el miedo, la desesperanza y la depresión; en estos momentos críticos, el papel del psicólogo es proporcionar un espacio seguro para que el paciente explore sus emociones, temores y deseos; acompañar a alguien en la decisión de poner fin a su vida implica más que respetar su autonomía; es un proceso que requiere una sensibilidad especial hacia las emociones más vulnerables. ¿Está esta decisión basada en un análisis consciente de su situación o es una respuesta a un dolor emocional no procesado? En estos casos, la intervención psicológica puede ofrecer consuelo, aligerar la carga emocional y, en algunos casos, abrir alternativas que el paciente quizá no había considerado.
Por otro lado, para los seres queridos, la eutanasia no solo es el cierre de una vida, sino también el inicio de un duelo que viene acompañado de ambivalencia, culpa y a veces alivio, las emociones que rodean este proceso son complejas y multifacéticas; el duelo en el contexto de la eutanasia puede ser diferente al de una muerte natural, ya que implica una participación activa en el final de la vida de un ser querido. Aquí, la reflexión nos lleva a considerar cómo las familias pueden integrar esta experiencia, encontrar paz en la decisión y afrontar las emociones que surgen al haber apoyado la elección de alguien de morir.
Los profesionales de la salud, a menudo los facilitadores de la eutanasia también necesitan un espacio para reflexionar; la carga emocional que conlleva su rol puede generar tensión moral y estrés psicológico ya que deben enfrentarse a la complejidad de acompañar a otros en su último aliento, un proceso que, aunque legalmente permitido, no siempre es fácil de llevar desde una perspectiva emocional y ética.
En este nuevo escenario legal en Ecuador, la psicología nos invita a mirar la eutanasia no solo como un derecho, sino como un proceso profundamente humano que necesita atención emocional, comprensión ética y un apoyo integral; la eutanasia, al final, no es solo una cuestión de permitir morir, sino de cómo acompañamos esa muerte de la manera más compasiva posible, tanto para el paciente como para quienes quedan atrás. (O)