La fantasía del triunfo
“Cargas heridas oscuras que se revuelcan en la memoria, lunares tan antiguos como el origen del universo, la piel se pierde en el telar de remotas constelaciones”. Geovanny sabe y asume que en un renacer todos quieren salir ganando: “si reúnes miles de monedas oxidadas, comprarás una bomba atómica”. Con estos dos textos mínimos estamos como en una selva de denuncias para lo cual el escritor planta sus palabras en la confusión de los bosques actuales, en los que vivimos propensos a las catástrofes mentales, a las ventiscas y derrumbamientos de lo absurdo. Creo que en estos momentos del mundo, conviene irnos acomodando a la sinrazón para sobrevivir a la armonía envenenada que nos rodea.
Ojalá suscitara en todo lector la denuncia del proponente: La historia de las grandes civilizaciones más antiguas del mundo son solo almacenamiento de la soberbia sustentada en las esclavitudes, desde Nínive y Babilonia, pasando por las pirámides de Egipto; la ciudad de Troya relatada por Homero con pelos y señales; las pirámides mayas y aztecas o las piedras de Macchu Picchu cantadas por Neruda. Esto me llega a la memoria desde el faro luminiscente que se ha prendido en Geovanny Rubio para asumir el desafío de buscar en la poesía su razón de ocupar el ejercicio del pensamiento en una reflexión de propuesta; y no de desperdiciarlo en liviandades del entretenimiento ingenuo.
Viene a nuestra convivencia un nuevo libro de alucinaciones poéticas surrealistas bajo un título cuestionador en una sociedad que ha nacido y crecido en el paradigma de la competencia: “La fantasía del triunfo” que es en sí más bien una advertencia. Me imagino que quiere taladrar la vanidad de los que han hecho de su vida una carrera en la que buscan la justificación de orgullo porque dejaron atrás a los demás, sin importar los medios que se emplean para conseguirlo. ¡Ah! Si la transparencia fuera la biografía de la justicia, seguramente el mundo carecería de monumentos:
“La historia es una mazorca de oro que se avienta al chiquero. Una piara se pelea por llevarse los granos a la boca”. Para asegurar esto, es porque el lector ha hecho su correspondiente contralectura y no se come “el cuento dorado” de los triunfalistas que aplauden cualquiera migaja de alienación con la que sustentan su poder como un malabarismo metido en su cerebro.
“Para qué poetas en tiempos de penuria?” Decía el poeta alemán Holderlin (n. 1770) hace dos cientos y más años, poeta que fue mal interpretado, manipulado y reivindicado. ¿Acaso no nos acosan todas las penurias contemporáneas? Por eso creo que tenemos que someternos al adulo como forma de supervivencia. Digamos que la penuria económica de unos, que somos la mayoría, incide directamente en la penuria intelectual que también tiene tentáculos en la penuria moral. Esto, sin considerar la penuria estética que surge en el malayerbero espontáneo del entretenimiento y falta de consistencia filosófica, y por ende, ideológica que debe sostener un postulante a la iluminación intelectual. Si hemos decidido sacudir al mundo por medio de las palabras, sacudirlo del marasmo y la falta de luz en el horizonte conformista, habremos tomado el camino de la poesía. Ser un conformista con la penuria de un sistema y creerse poeta que busca “La fantasía del triunfo”, es el grito de alerta que ha venido su autor a presentar para alentar la creación. (O)