La “Globesidad” / Kléver Silva Zaldumbide
La salud, como una víctima más del consumo compulsivo y como parte del mercadeo de la chatarra se la está enajenando día a día de los principios de su preservación y, hoy por hoy, es un real desconcierto imaginarse cuál sería la salida para todos los que pertenecemos a este planeta. La propagación de la obesidad como epidemia en nuestros países es cada vez mayor en los últimos años y debería preocuparnos para fines de fomentar una verdadera medicina preventiva. Se dice que el cálculo del número de personas obesas en todo el mundo es similar a los de las personas desnutridas. La OMS clasifica a la obesidad entre los 10 riesgos principales para la salud en todo el mundo. Hoy en día los datos de Argentina, Colombia, Perú, Ecuador y Uruguay muestran que más de la mitad de su población tiene sobrepeso, la cifra es alarmante, ya que uno de cada cuatro niños, de 4 a 10 años de edad, tiene sobrepeso.
La globalización y la pobreza es un factor que agudiza la situación. Los expertos llaman la «transición nutricional». En todo el mundo nos estamos alejando de los alimentos sanos y nutritivos para consumir comida barata procesada y producida industrialmente (colorantes, preservantes, sabores artificiales, azúcares procesados, etc.), ricos en grasas, azúcares y que no contienen fibras ni vitaminas y peor minerales.
El blanco de toda esta estrategia montada por un pequeño grupo humano de altísimo poder económico entre la industria de la chatarra, la gigantesca y poderosa industria de los dibujos animados y la cinematografía infantil son inicialmente los niños. El estilo de publicidad que emplean las grandes multinacionales tiene la marca agresiva del más salvaje chantaje hacia los padres que se rinden ante la exigencia de sus hijos por consumir esa basura. Como es sabido, en estos establecimientos la comida servida es profusamente embalada y empaquetada con objeto de conectar con la curiosidad y fantasía innata del carácter infantil. Incluso la arquitectura del local, así como su ordenación y estética va en función de atraer a los niños. Luego los estrenos de las películas, con una “torre” de gaseosa, fundas gigantes de grasas con canguil y mega hot dog. Al salir de allí, en todo lo que es basura para el organismo, se encuentran los cromos de los personajes “favoritos” y será entonces hora de bajarse medio supermercado a la canasta… Los gestores de esta infamia tienen la filosofía de que la empresa de consumo que atrae a los niños es la única que incrementará con seguridad sus ventas a largo plazo. Bien sabido es que, en época de estrés y problemática en la familia, pocos padres tienen el coraje para oponerse a los deseos de sus hijos en cuanto a lo que comida se refiere. Además, un niño cliente significa a largo plazo un adulto que, una vez padre, traerá sus hijos al consumo de chatarra para revivir sus recuerdos infantiles. Logrando así generar quemeimportismo de la salud desde esas edades, identificando lo dañino como equivalente a delicioso. Adicionalmente un niño con estas costumbres de alimentación está garantizado que será un adulto con sobrepeso que generará grandes réditos económicos por la cantidad de males que presentará ante la dominante y carísima industria medicamentosa. Para las personas obesas, el riesgo de sufrir enfermedad coronaria, hipertensión arterial, artritis de las rodillas y gota se duplica. Se duplica el riesgo de cáncer de mama, de endometrio o de colon, así como de trastornos hormonales, problemas de fecundidad y defectos del feto. El riesgo de diabetes es tres veces mayor para las personas obesas. (O)
Medicina Integrativa Oriental