La ignorancia es atrevida/ Mario Fernando Barona
Aún hay mucho que hablar del paro y sus consecuencias. Aún hay mucho que decir y corregir. Aún los rezagos lastiman y lo harán por mucho tiempo, por lo que bien haríamos en revisar posiblemente un aspecto importantísimo y que de pronto ha pasado desapercibido, pero que a mi entender, resulta crucial a la hora de evaluar las dolorosas y cruentas consecuencias del paro indígena, así como los niveles de irracionalidad y descontrol total de muchos manifestantes.
Digo, este punto fundamental que podría explicar mucho de lo que sucedió durante esos días es la conducta, comportamiento y actitud del dirigente indígena Jaime Vargas, quien no satisfecho con avivar el caos y la violencia en el país, le faltó el respeto al presidente de la República Lenín Moreno llamándolo públicamente “patojo de mierda”.
Sólo eso ya dice bastante de una persona; usted, con solo ese pequeño detalle, ya puede saber con qué tipo de gente está tratando. Y aquí no caben justificativos políticos, ideológicos ni mucho menos de indignación o molestia, es básicamente un elemental sentido de respeto por uno mismo el saberse comportar e interactuar con la gente. No había necesidad de tratarlo tan grosera y despectivamente. Ni toda la ira -mezclada con show- que supongo sentía Vargas en esos momentos, justificaban un exabrupto tan fuera de lugar. Pero no queda ahí, el malcriado y crecido dirigente tuvo la oportunidad de oro para reivindicar su mala conducta, disculpándose la noche del domingo en la reunión que tuvo cara a cara con el presidente Moreno y que fue transmitida en vivo para todo el país, pero en todo el tiempo que intervino, que no fue poco, Vargas ni siquiera disimuló una disculpa, jamás tuvo la menor intención de hacerlo, lo que dice aún mucho más de este peculiar personaje que con semejante performance de virulencia, pedantería, vanidad e irrespeto, maneja la opinión y criterio de miles de indígenas, quienes a su vez se limitan a escuchar lo que quieren oír, y por su lado, Vargas a repetir lo que ellos quieren escuchar.
La ignorancia es atrevida, dicen, y en el caso de Vargas, no puede ser más cierto y evidente. Y es que toda persona merece respeto, más aún a alguien que sufre la desgracia de la invalidez llamarlo “patojo de mierda” es ruin y desnuda al agresor el tipo de persona que verdaderamente es. Pero tildar públicamente así al presidente de la República y no disculparse (o disculparse tardíamente y a regañadientes, como parece haberlo hecho), es propio de un verdadero canalla. Y definitivamente no es buena idea dialogar con canallas.