La importancia de aprender a mirar / Guillermo Tapia Nicola
«El horizonte, ahueca una sonrisa y en la montaña se refugia el sol, imaginando un sendero que le acerque a Dios».
Esa, bien podría ser la sucinta descripción -en solamente una imagen- que concentre toda la atención de la sugerente película que sigilosamente nos transporta fuera de este mundo y simultáneamente, nos remite a sus raíces con más fuerza que el letal virus, cuya pandemia, aún nos retrotrae a la casa y nos expone detrás de una mascarilla.
La rebeldía y tozudez que se evidencia de su trama, apenas si es el corolario de una triste historia que, finalmente, privilegia la supuesta llegada externa de una masa informe que contiene millones de minerales, aparentemente menguados e irreemplazables en el planeta, necesarios para la fabricación de dispositivos electrónicos que activen -no solo- la comunicación, sino que hagan posible la sanación y efectiva satisfacción de todas las necesidades humanas, tanto como la contabilización de plazos y hechos.
Un filme que sugiere -no mirar hacia arriba- para no ver el destino fatal que nos aguarda, sin que tampoco evitemos -mirar hacia abajo- para dejar de palpar la cruda verdad de la política terrenal, reconocer a sus artífices y valorar sus «decisiones» entre impredecibles e impopulares, llenas de medias verdades y de unas cuantas promesas a incumplirse, en medio del fantasioso espectáculo de la oferta pura y llana, acariciada por el poder y el dinero.
El meollo central del asunto apuesta -entre algunas sugestiones- a identificar cómo a cambio de las supuestas y millonarias ganancias a obtenerse y repartirse, no se había considerado ni valorado el coste real que implica perder todo un planeta y desaparecer la raza humana -elemento utilitario- de aquellos singulares emprendimientos; mientras en la otra orilla, unos desesperados científicos que descubren por casualidad el desplazamiento de un gran asteroide y al hacer sus cálculos matemáticos advierten que, en poco mas de medio año se impactará en uno de los océanos terráqueos, haciendo prever que ocurrirá un cataclismo.
Entonces se desesperan por difundir la noticia ante quienes deben tomar decisiones y al ver su ineptitud y descubrir sus “ocultas relaciones y manejos” llegan hasta un espacio televisivo de entrevistas, farándula y noticias que inicialmente los confunde y desprestigia, para más tarde reconocer y acompañar la verdad informativa y la presunción del apoteósico final de la raza humana.
Agotadas las esperanzas, la familia -ampliada- refugiada en su nostalgia, concluye de viva voz, exteriorizando sus sentimientos individuales e imaginando colectivamente sus momentos más queridos, mientras empieza a notar los primeros cambios e impactos generados por el supuesto desastre. Desdeñan una exclusiva invitación a abandonar el planeta y concluyen encomendando sus fuerzas y pidiendo … «Qué nuestra pérdida sea nada más que tiempo».
A despecho del título que lleva el largo metraje «Don’t look up», es un drama, una parodia convocante precisamente a mirar, a escudriñar, a valorar y a aprender a comunicar, escuchar y decidir en función del bien común: con los pies en la tierra. (O)