La letra con sangre ya no entra / Hernán Marcelo Guerrero
La letra con sangre entra, decía un profesor en los años setenta, Esa sentencia popular era utilizada en el siglo pasado, en las escuelas y en parte de algunos colegios fiscales o de curas, que se vanagloriaban del uso del puntero o el fuete para reprender a los educandos y dizque por su bien. Me acordaba de mi infancia, una vez había olvidado los deberes en casa y el profesor de sexto grado en alta voz me dijo haaa no has traído los deberes, en el recreo te me largas a traer para calificarte, me olvide y me puse a jugar fútbol con mis compañeros, al terminar el recreo me llamo la atención y me dijo te pedí que me traigas los deberes y de un chirlazo me baño en sangre llegue a la casa mi madre pregunto porque la camisa de sangre tanta fue la insistencia que le converse, ella a su vez había conversado a mi padre, y él en vez de defenderme fue a agradecer al profesor, para que sirva de ejemplo y tengan miedo el resto de estudiantes.
Golpear a un estudiante es el acto más cruel y desnaturalizado, porque allí se evidencia la alevosía de cuerpo entero, puesto que quien recibe por el mero hecho de ser menor de edad y quien lo agrede es un adulto-profesor, que tiene la sartén por el mango, eso es alevosía en derecho, pues implica obrar sobre seguro. Y es que a esta edad de la patria se dispuso enseñar a nuestras hijas e hijos, derechos humanos en escuelas y colegios. Eso quiere decir que al profesor-inspector de un colegio de Quito al dar palo a sus educandos, le entró por una oreja y le salió por la otra. Muchos nos acostumbramos a pensar equivocadamente que la estricta disciplina docente, al estilo medieval, era la mejor manera de formar a las futuras generaciones. Miles de alumnos crecimos con la ley de “la letra con sangre entra”, bajo la cual también estaba garantizada la paliza en casa por una mala nota. Y esta barbaridad era -o sigue siendo- ‘normal’ en nuestra sociedad, llena de estereotipos y clichés.
Pues no señores, hoy con el avance de la tecnología no se educa a los chicos a fuete ni a palo, ellos necesitan una metodología distinta, amigable, positiva, para que aprendan a reflexionar y no a temer al aprendizaje. El maltrato escolar solo consigue formar adultos inseguros, temerosos y violentos, que reproducen sus traumas en los hijos y así sucesivamente. El reto de los maestros y padres de familia está en encontrar un método que despierte el interés de los niños y jóvenes para ser mejores ciudadanos y así no exista la necesidad de repartir palo ni correazo en los hogares ni en ningún lado. (O)