La puerta del año nuevo / P. Hugo Cisneros
LECTURAS DOM INICALES
Sin el peso de la mala noche, porque la noche vieja fue muy buena pues tuve la oportunrdad de abrir su puerta y revisar, limpiar, purificar, mi ayer para poder, hoy abrir la puerta de año nuevo, sin la carga negativa del año que ya pasó.: Abro la puerta del 2018 con la satisfacción honda de sentirme acampanado por mi familia, por mis amigos.
La noche vieja me trajo esa carga de amor que sabía que existe, pero que era necesario sentirla: la del amor familiar, la del amor amigo y la de la fraternidad que ha ido sembrando mi trabajo, mi compromiso.
Al abrir la puerta del 2018 comienzo a soñar y a ver un pequeño gran río que hace correr sus aguas hacia metas definidas. Sueño sobre la realidad de cada una de nuestras vidas, porque el río soy yo, es Ud. Es todo ser humano. Y recuerdo, en mis sueños, los versos de Bécquer cuando leo: «que las vidas son los ríos que van a dar a la Mar…”, entonces pienso que la vida que tengo por delante, de la que el 1º de enero es el primer día del resto de mi vida», no es otra cosa «que la realización de los sueños que tengo ante la puerta abierta de nuevo año».
Al mirar el río, siento una voz que me dice que no debo bajar la mirada de la meta que me espera, el Mar. Mis pequeñas aguas tienen que correr hacia la plenitud, hacia la infinitud, hacia la grandeza, hacia la trascendencia y el misterio del mar, que es el «Morir para Vivir». Solo cuando no baje la mirada de la meta caminaré con nobleza, tendré la frente en alto y limpia, merecedora de los rayos del Sol. Con la mirada en la meta mis pasos serán seguros, a veces lentos, otras veces pesado, pero ajustados a la verdad de la meta que me motiva, que me atrae, que me da razón a mi existencia, a mi lucha, a mi caminar.
AI abrir la puerta de año nuevo y ver el río que esta ante mis ojos, descubro que lo importante es la existencia, es el caminar y seguir el curso señalado. Cada uno tenemos la misma meta, pero el curso que debemos seguir es propio, no podemos desviar el cauce del río de nuestra existencia. Es un curso con remansos, con caídas, con estrecheces, con torrentadas, con saltos y lleno de piedras o de arenas. No puede un río, mi existencia y la de los demás, ceder ante la tentación de salirse del lecho para»: «estancarse» pues «toda la vida quedada», se convierte en charco y pierde la posibilidad de llegar al Mar.
Al abrir la puerta de año nuevo, no puedo dejar de descubrir la fuerza fecundativa que tiene el río, que tienen nuestras vidas. El río, sin esfuerzo por donde pasa, deja el campo fértil y verde. Qué hermoso, descubrir, al comenzar un año nuevo que ninguna vida es inútil, que toda vida tiene su misión, y que a la final, todos podemos ir dejando riberas y orillas fértiles y huellas hondas de bondad, de responsabilidad, de compromiso, de honestidad.
Que grave terminar un año y comenzar otro, pues es la prueba más fuerte para valorar y encontrar sentido a la existencia humana. Amigo lector abra la puerta de año nuevo y sin miedo «al agua» pues le espera el Mar que es Dios, que es la eternidad.