La salud en el Ecuador

Columnistas, Opinión

¿En Ecuador, enfermarse resulta caro o barato? Tristemente, hemos vivido muchas veces situaciones que nos enfrentan a golpearnos contra una realidad irremediablemente dolorosa. Enfermarse en general no se lo deseámos a nadie, pero en nuestro país muchas veces, nos damos cuenta, que los servicios de salud no están tan mal, tanto como las “personas” que “sirven” en esos espacios de salud, sean estos públicos o privados.

En el 2023, el gasto público fue distribuído en 11,87% para Salud, 9,27% para Educación y 6,06% para “defensa”; según datos de la Secretaría Nacional de Planificación. Si, vemos que temas como Ambiente, Cultura o Productividad, que involucran directamente procesos de Bienestar social y Desarrollo, usualmente van al final de la “inversión estatal”, pero valoramos mucho que por lo menos en Salud el Estado invierta la mayor cantidad del recurso público, que al final se entiende es el presupuesto del pueblo.

Sin embargo, esperemos que eso mejore con el tiempo y la planificación de los Gobiernos de turno sea más justa, equitativa y pensada en el bienestar de la ciudadanía, que tanto necesita atención real y oportunidades de progreso.

Los servicios de salud en nuestro país, sean estos direccionados por medio de un espacio de salud público, o privado son relativamente buenos, desde el punto de vista de cómo los vivamos. El Instituto de Seguridad Social – IESS, por ejemplo, con sus fallas y complicaciones, hace el esfuerzo enorme, para poder atender eficazmente a millones de pacientes que tienen la bendición de acceder a este servicio público, pero que al fin y al cabo, ellos mismo lo pagan a través de sus empleos públicos o privados; el Hospital General Ambato, cuenta con importantes referentes de medicina, para poder ayudar a salir de estados criticos a pacientes que pueden acceder a salud pública gratuita y subvencionada; las Clinicas Privadas, con sus honrosas excepciones, cuentan con buenos equipos de calidad y buen servicio de salud, siempre que el paciente tenga la capacidad económica para acceder a estos servicios.

Si, hay muchas opciones de sanarte, sea cual sea tu condición social o económica, pero, la pregunta es: ¿qué es lo que sucede cuando nos enfrentamos a una realidad que nos lleva a medir la inmensa “falta de empatía” e “insensibilidad permanente” de las y los “servidores” de estos centros de salud, vuelvo a repetir, sean públicos o privados? Complicado entender o aceptar por ejemplo, que, al ver a un paciente en estado crítico no sean capaces los funcionarios, pese a la disposición de los Directores, muchas veces, de agilitar un documento para que pueda mejorar el paciente, porque ellos piensan que “para qué” si está tan crítico su estado de salud. O, que tengamos que ser testigos impotentes de la actitud de los trabajadores de las clínicas privadas (que además cobran lo que bien les parezca), en relación con el trato que le dan a un paciente cuando necesita mayor cuidado o atención.

Es lamentable ver que la falta de empatía en estos centros de salud es evidente, gracias a Dios no en todos, pero si en varios. Esperemos que la gente que sirve sea cual sea su trabajo, entienda que tener empatía siempre nos ayuda a sembrar lo que mañana tendremos que cosechar, porque tarde o temprano lo que das se regresa. (O)

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