La sicopatía en el poder / Luis Fernando Torres
De mentirosos patológicos, manipuladores, emocionalmente superficiales, con gran memoria, carismáticos, con dominio del miedo y de la ansiedad y, por cierto, sádicos, califica a los gobernantes con rasgos sicopáticos el neurocientífico estadounidense, James Fallon, quien lleva diez años descifrando el cerebro de Putin para las unidades de inteligencia y defensa de los Estados Unidos, luego de haber hecho los perfiles de otros tiranos y criminales. Al ser preguntado si cree que Putin presionaría el botón nuclear, contesta afirmativamente, por tratarse de un sicópata, que se detuvo ante Trump y Merkel, por la fortaleza política y sicológica de estos dos gobernantes, y que no dudó en invadir Ucrania cuando asumieron el poder los débiles Biden y Scholtz. Con Zelensky se equivocó el dictador ruso.
Según Fallon, en una cuarta parte de la población mundial residen las semillas de los comportamientos violentos, por causas primordialmente genéticas y traumas en la niñez. Pero tan sólo el 7% recorre el sendero de la violencia crónica. En las cárceles se encuentra el espacio natural de los sicópatas y violentos, con la mitad de presos, por lo menos, con esas características.
El poder político es otro de los lugares que suele ser ocupado por sicópatas. Cuando ello ocurre, se activan con rapidez las persecuciones, las invasiones y las guerras. La violencia se generaliza. Stalin, Mao, Hitler y Pol Pot están en la categoría de los más sanguinarios sicópatas del siglo XX, con millones de muertos por órdenes suyas.
Para justificar sus maldades los sicópatas utilizan el poder para generar miedo en la gente. Saben que el temor detona la búsqueda de protección y amparo. Mientras más miedo tienen los ciudadanos, más legítima y necesaria es su presencia en el poder.
En la Roma republicana, los senadores que buscaban convertirse en dictadores temporales recurrían a los resortes del miedo. Dos siglos antes de la era cristiana solían utilizar la amenaza del cartaginés Aníbal en la península itálica para acumular poder y gobernar como dictadores autorizados por los demás senadores. Inclusive, provocaban que el enemigo se acercara a las murallas de Roma para que los romanos tiemblen y se cobijen bajo el manto de un astuto y sicópata Quinto Fabio Máximo, el senador más viejo.
Quienes logran frenar el ímpetu de los sicópatas del poder son los líderes fuertes en su perfil sicológico y en su estructura política y de mando. En cambio, los gobernantes débiles no sólo sucumben ante ellos sino ante los violentos del crimen organizado.