La vida da vueltas / Mario Fernando Barona
Rafael Correa solicitó el pasado jueves 19 de julio protección a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) porque, según él, existe una situación de “extrema gravedad, urgencia y peligro de sufrir daños irreparables a sus derechos, a las garantías judiciales, a la libertad personal y a la libertad de circulación, protegidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos”. Al día siguiente Correa escribe en su cuenta de Twitter: “Dado que Ecuador está totalmente fuera del orden constitucional, así como el claro complot político-mediático-judicial en mi contra, es por las razones expuestas en este artículo (se refiere a la solicitud de 60 páginas entregado a la CIDH) que iremos a instancias internacionales, y los culpables tendrán que responder por sus abusos.”
Sí, parece broma, pero no lo es. Y parece broma porque ni cuando eran poder se cuidaron de guardar las formas, mucho menos ahora que andan desesperados tratando de asirse de cualquier “basura” para no hundirse en un océano de corrupción. Fíjese el nivel de descaro, cinismo y doble moral del exmandatario, que mientras fue presidente y le dispuso la CIDH acatar las medidas cautelares a favor de varios de sus opositores, así les contestó: “la CIDH se ha convertido en el basurero de toda la basura de la oposición, de los que pierden en las urnas”, la comparó con Vachagnon (empresa encargada de la recolección de basura en Guayaquil). Además, agregó: “la CIDH se ha convertido en una comisaría de quinta categoría sin competencia a dictar medidas cautelares”.
¿Por qué cuando se refiere a los opositores, ese organismo es un basurero sin competencia a emitir medidas cautelares, pero ahora que es él quien las requiere sí las tendría? ¿Cómo un individuo narcisista y acomplejado piensa ingresar a rogar ayuda a una comisaría de quinta categoría? ¿Lo hará retirando toda la basura y escoria regada a lo largo y ancho de esa dependencia?
Frente a tamaña incoherencia (una más en la larga lista revolucionaria) trato de imaginar algún justificativo que salga de su boca a tan desaguisado argumento (porque para el verbo sí son filitos), y supongo que dirá algo como que no ha cambiado su parecer, que sigue pensando lo mismo de ese organismo de justicia interamericana, y que es coherente, pero que no hay a dónde más acudir, que muy a su pesar lo ha tenido que hacer.
Si ese fuera el caso, no entiendo cómo un tipo que ganó a las masas con un discurso (para variar verbo, siempre verbo, pero en la práctica nada) de rebeldía, de dignidad, de respeto y soberanía, de coraje y pantalones bien puestos, del aquí mando yo, del ‘que les vaya bonito’, del ¡ya basta!, del ‘vaya a mandar a su casa’, etc, etc, etc, ahora no mantenga ese mismo temple y actitud corajuda y acuda nomás a ese basurero que tanto despreció y denigró mientras era presidente. ¿No se supone que alguien así debería guardarse respeto a sí mismo y jamás claudicar? (O)
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