LA VIDA SIGUE / Guillermo Tapia Nicola
Todo hace suponer que, ese estado de abandono, tan proclive a la costumbre, puede ser la causa del malestar generalizado que de rato en rato invade el espíritu ecuatoriano, atormentado de dudas y sometido a los más cruentos avatares, derivados de la imposición, el desenfreno y la corrupción.
Entonces, abandonarse, cerrar los ojos, quedarse sin visión y hasta sin sonido, sería casi como pretender estar vivo, sin haber recibido previamente el mendrugo de pan y el vaso de agua, indispensables para calmar hambre y sed.
La situación, cada día, se vuelve mas tensa y delicada. Las suposiciones y los comentarios descolgados de los noticieros en vivo, analógicos o digitales, escritos, televisivos o radiales, no dan tregua.
Las demandas ciudadanas intentan ser atendidas, sin lograrlo del todo y, la paciencia y la seguridad, son cada vez más y más escasas, por no decir insuficientes. La cronología de la droga y más sustancias sujetas a fiscalización, ha rebasado la posibilidad de advertencia y control del país. Los kilos y los gramos, camuflados o no, circulan con más libertad que la comunicación, la noticia y la prensa, amén de la magnitud de los decomisos y capturas. Los ajusticiamientos, se han vuelto comidilla diaria, no solo por la frecuencia y número de aquellos, cuanto por la osadía y alcance que, sin miramiento, no discrimina condición, edad, familiaridad, víctimas y victimarios.
Las propuestas de diálogo, cuál sermones introductorios en tiempo de adviento, sinuosamente intentan dibujar un mecanismo de intercambiio en el que, al final de cuentas, vencidas están casi todas las respuestas, porque, con demasiada celeridad fueron expresadas -con tan buena voluntad- que solo sirvieron de punto de partida para más exigencias. En esas condiciones, dificilmente un gobierno, cualquiera que fuere, podrá satisfacerlas integralmente y consensuar la cascada de temas que en las mesas se proponen. ¡Sabrá Dios hasta cuándo!
Y el escenario sigue “in crescendo”. La pandemia no termina y sus formas novedosas y aleatorias, siguen causando contagios y penas; la ciudadanía abandonó de una buena vez el temor al contagio y dejó de un lado -pendiente- completar la vacunación. Los efectos ya están siendo observados y los recaudos sugeridos: mascarillas, aseo, alcohol, “protección” en una palabra. Pero también, posibilidades de teletrabajo parcial de servidores y trabajadores.
La otra pandemia, por igual, tiende a repetirse y es cuando se dejan saber “denuncias” de supuestos tráficos de influencias para el acceso a «sugerentes» cargos públicos, sin que se precisen evidencias, es decir, sin superar el renglón de la sospecha, de suerte que, lo que en realidad envuelve y deja en tela de duda, es, por el momento, solo una sutil gasa que, como si se tratase de un tul, agita la brisa para volverla viento, en la finalidad de convertirla en tempestad.
En más de una ocasión, la avidez del desenlace no encuentra formas expeditas para apurar explicaciones y descubrir autores. La justicia se acciona como acostumbra, de a poco, con pies de plomo y alas de mariposa, de suerte que volar se vuelve casi que un imposible y todo, nos invita a pensar que habremos de aguardar, apelando al clásico estoicismo ecuatoriano.
Mientras tanto, el arrebato y la fogocidad, por ahora, solo se justifican en la medida de ir concretando nombres para engrosar las listas de candidatos a ediles, alcaldes, prefectos, vocales y presidentes de juntas.
La vida, simplemente sigue.