Lectura del bicentenario / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores latinoamericanos,  se retrataba como una persona que “muchas cosas ha leído y pocas ha vivido”. Tan buenos libros debió haber leído que logró construir imágenes de mundos y personajes para transportar a sus lectores a entornos imaginables solamente en la mente de un erudito como él. No contó lo que vivió sino lo que leyó. Estuvo lejos del realismo. Desde sus lecturas y su elegante y concisa prosa, construyó abstracciones geniales.

El Bicentenario de la Independencia de Ambato se lo ha conmemorado sobre lo leído en crónicas e historias escritas después de los acontecimientos del 12 de noviembre de 1820. Con el eco de la historia se ha celebrado una fecha importante. No ha sido fácil que se aquilate ese trascendental momento de hace 200 años. El tiempo transcurrido ha sido un filtro por el que no han pasado todos los hechos. Y como no todo lo que se ha escrito refleja lo que realmente ocurrió, se han torcido realidades.

La cautela es la conducta que mejor se acomoda a los festejos realizados sobre lo que se ha leído.

La liberación de Ambato y de otras ciudades serranas se inició en Guayaquil, con el patrocinio de José Joaquín Olmedo, Presidente del Gobierno Provisional de la ciudad, quien se empeñó en la liberación de Quito, inflamado por el éxito de la gesta libertaria del 9 de octubre de 1820. Allí se organizó y financió la División Protectora que avanzó desde Guayaquil hacia Guaranda, pasando por Babahoyo, y alcanzó la gran victoria en la Batalla del Camino Real, el 9 de noviembre.  Animados los patriotas ambateños por ese triunfo, lograron deponer a la autoridad española, el 12 de noviembre de 1820.

La independencia duró poco tiempo. Las fuerzas realistas vencieron en Huachi, el 22 de noviembre de 1820, y Fominaya recuperó el poder y arremetió en contra de los patriotas, con venganza e ira. Fue necesario esperar hasta el 24 de mayo de 1822 para que se consolidara la independencia plena. En su marcha a Quito, Sucre, el 21 de abril de 1822, desalojó definitivamente a los realistas de las ciudades de Riobamba y Ambato.

Dado que la Audiencia de Quito no tenía la jerarquía del Virreinato de Lima, en Quito se encontraban acantonados unos tres mil soldados españoles, mientras en Lima había un ejército con, por lo menos, veinte mil. Afortunadamente para la causa patriota y bolivariana, la Batalla de Pichincha no fue tan difícil como la Batalla de Ayacucho.

Con la celebración del Bicentenario, se recuerda el heroísmo y la voluntad de lucha de quienes, hace 200 años, quisieron darle un rumbo diferente a Ambato. Debidamente interpretado, el Bicentenario no debe convertirse en una abstracción, como aquellas que construyó Borges en su imaginación. (O)

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