Lecturas dominicales / P.Hugo Cisneros
Caretas para cubrir la mueca del tiempo (II)
Otros reciben a la «mueca del tiempo» con sencillez, con aquella licidad de los hombres que saben descubrir en el tiempo la mejor oportunidad para su realización personal, familiar, y social. Estos no tienen necesidad de tapar su rostro con careta alguna porque saben mantener su rostro sincero y bueno en todo tiempo, porque no es el tiempo el que cambia el rostro, sino que eI rostro es la expresión de rni actitud interna frente a esos años que corren veloces y que no se repiten. El tiempo es bueno cuando mi interior es bueno, el tiempo es triste si yo estoy triste. Todo tiempo se cambia de «mueca», cuando yo he desterrado las muecas internas que a veces dañan mi interior espiritual.
El tiempo que tenemos a nuestra disposición no fue hecho para revestirlo de ropajes que lo afean o embellecen. El tiempo es simple, es Virgen simplemente está allí a nuestra disposición.
Desde muy pequeño he oído y hasta he aprendido a lamentarme del tiempo. Para unos el tiempo pasado siempre fue mejor, para otros no hay como los tiempos de ahora y el hombre siempre sigue soñando en tiempos mejores. Nosotros tenemos que ser capaces de que el tiempo de hoy sea bueno, sea mejor, sea propicio porque no tenemos otros tiempos en nuestras manos. Claro que no debemos caer en la ingenuidad de convertimos en ser del hoy porque el pasado también tiene su palabra y el futuro tiene su reto. Muchas veces, en conversaciones con los jóvenes hemos afirmado que hay que vivir el hoy con el ayer para el mañana.
Nos pesa saber que cada año que pasa nos volvemos más viejos nos duele que la vida corre a veces sin ser aprovechada a cabalidad, pero antes que cubrir nuestros rostros con caretas ante la mueca del tiempo, debemos tomar, el tiempo en nuestras manos y hacerlo historia mía, historia nuestra, historia de todos. El tiempo es el gran patrón de nuestras acciones. No es el número de años el que nos hace más maduros o nos convierte en seres importantes y grandes, sino la intensidad con la que vivimos ese espacio corto de tiempo que todos tenemos. No olvidemos que todo tiempo es corto, pero todo tiempo es suficiente para las realizaciones de nuestras aspiraciones e ideales. Amigos a poner buena cara al tiempo.
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Fueron una familia normal y corriente. María y José tuvieron que trabajar duramente (no se trabajaba de otra forma en aquellos tiempos). Su vida de familia se compuso de muchos días de semana, llenos de trabajo, de preocupaciones, de alegrías y penas compartidas, de paciencia, amor, diálogo y respeto mutuo. Días en que no se celebraba nada especial, simplemente se vivía. Pero precisamente ahí en ese día a día fue donde se fraguó la santidad de aquella familia. Hoy se convierte para nosotros en signo del amor de Dios en nuestro mundo y modelo de nuestra vida de familia. Modelo de los días de fiesta y modelo de los días de diario
Hoy nuestras familias se tienen que mirar en aquel espejo. El objetivo no es vivir como vivieron Jesús, José y María. La vida ha cambiado mucho desde entonces. Los problemas que tenemos que enfrentar nosotros no son los mismos que los que tuvo que enfrentar aquella familia. Sin duda que la relación entre los esposos ha cambiado, también la relación de los hijos con los padres y de estos con los hijos. Pero hay algo que no puede cambiar: la vida de una familia se construye sobre la base del amor y el respeto mutuo con grandes dosis de paciencia y diálogo. La violencia, la rigidez, la incomunicación llevan con seguridad a la destrucción del hogar y a la larga a la destrucción de las personas que lo forman. Amor, respeto, paciencia y diálogo son la base segura sobre la que podemos afianzar la vida de nuestras familias. De ese modo, como la familia que fueron Jesús, María y José, nuestras familias serán también un signo de la presencia amorosa de Dios en medio de nuestro mundo. (O)