Oración por nuestra tierra / P. Hugo Cisneros
Recordando la bendición de las flores, los frutos y el pan en la anterior fiesta de los ambateños, comparto con mis lectores una oración que vino a mis manos en el tiempo del retiro de los sacerdotes de la Diócesis de esta semana.
Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
lnúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz. Amén
………..
Deslumbrados por la luz de Dios
Para los que entienden la Cuaresma como un tiempo centrado sólo en la penitencia, la conversión o en meditar cómo nos va a castigar Dios por nuestras malas acciones, es muy conveniente reflexionar cuidadosamente sobre las lecturas de este domingo.
Ninguna de las tres lecturas tiene una palabra negativa. Todas nos hablan en positivo. La primera es la bendición de Dios sobre Abraham. Ciertamente, Dios pone a prueba la fe de Abraham. Le invita a salir de su tierra, a dejarlo todo. En ese viaje hacia lo desconocido no cuenta más que con la promesa de Dios. Y, lo que es mejor, con su bendición. Tres veces sale en esa lectura el verbo “bendecir”. Es una bendición que recae sobre Abraham, su familia y sus descendientes. Parece que el encuentro con Dios le dio a Abraham un nuevo norte, un nuevo sentido para su vida. Dios le invita a salir de su tierra pero no para ir a sufrir sino para llegar a una tierra donde recibirá la bendición del Señor.
La segunda lectura nos abre más la perspectiva. La salvación de Dios no es sólo para Abraham sino para todos. Desde antes de la creación, nos dice san Pablo, Dios dispuso darnos su gracia, nos salvó. La salvación no depende de nuestros esfuerzos ni méritos sino de la pura gracia de Dios que nos la ofrece gratuitamente. En este tiempo estamos: tiempo de gracia, de salvación, de presencia entre nosotros del amor gratuito de Dios.
El Evangelio nos ofrece el relato de la Transfiguración. Es un relato sorprendente. Parece que en un momento dado los apóstoles quedaron deslumbrados con la personalidad de Jesús. Vieron claramente cómo se manifestaba en él la gracia, el poder, el amor y la salvación de Dios. Se sintieron confirmados en su fe. Se dieron cuenta de que, a pesar de que en algún momento les podía resultar más o menos difícil seguir a Jesús, lo que iban a encontrar si le seguían hasta el final, era la luz, la salvación, la gracia. El mensaje del Padre nos invita precisamente a seguir a Jesús: “Este es mi Hijo, escuchadle.”
Tres lecturas, pues, que nos invitan a tomar el camino adecuado, a salir de nuestra tierra, de la vida a que nos hemos acostumbrado para ir a la tierra donde encontraremos la bendición de Dios (1ª lectura). Para descubrir que la salvación de Dios nos ha sido ofrecida desde siempre (2ª lectura). Para dejarnos deslumbrar por la luz de Dios (Evangelio). No es, por tanto, Cuaresma un tiempo de oscuridad. En la oscuridad vivíamos antes de la Cuaresma. Ahora se nos invita a abrir los ojos a la luz. Lo que pasa es que, a veces, la luz, cuando es mucha, deslumbra y nos hace falta algo de tiempo para acostumbrarnos. Para eso es la Cuaresma, para acostumbrarnos a la luz. (O)