Lo que Correa debe aprender de Mandela
El expresidente sudafricano Nelson Mandela, pese a ser comunista y no precisamente un pacifista como Mahatma Gandhi o Martin Luther King, Jr., tiene anécdotas altamente inspiradoras que hablan de un hombre magnánimo, noble y generoso de espíritu. Una de ellas es la siguiente:
«Después de convertirme en presidente, dice Mandela, le pedí a algunos miembros de mi escolta que fuésemos a pasear por la ciudad y a almorzar a un restaurante. Justo después de que nos trajeran la comida, me di cuenta de que en la mesa que estaba frente a la nuestra había un hombre solo, esperando ser atendido. Cuando fue servido, le dije a uno de mis soldados: ve a pedirle a ese señor que se una a nosotros. El soldado fue y le transmitió mi invitación. El hombre se levantó, cogió su plato y se sentó a mi lado. Mientras comía, sus manos temblaban constantemente y no levantaba la cabeza de su comida. Al terminar, se despidió de mí sin apenas mirarme, le di la mano y se marchó.
El soldado me comentó: Madiva, ese hombre debía estar muy enfermo, ya que sus manos no paraban de temblar mientras comía. ¡No, en absoluto!, la razón de su temblor es otra, le dije. Me miraron extrañados y les conté: Ese hombre fue uno de los carceleros donde, como saben, estuve encerrado 27 años. A menudo, después de las torturas a las que me sometían, yo gritaba y lloraba pidiendo un poco de agua y él me humillaba, se reía de mí y en vez de darme agua, se orinaba en mi cabeza. Él no estaba enfermo, lo que estaba era aterrado y temblaba quizás esperando que yo, ahora que soy presidente de Sudáfrica, lo mandase a encarcelar y le hiciese lo mismo que él me hizo: torturarlo y humillarlo. Pero yo no soy así, esa conducta no forma parte de mi carácter, ni de mi ética. Las mentes que buscan venganza destruyen los estados, mientras que las que buscan la reconciliación construyen naciones.»
Solo esta, de muchas otras anécdotas, demuestra varias cosas. Primero, que hay comunistas y comunistas, todo depende de la calidad humana de cada uno. Segundo, que los hombres que actúan sin odio trascienden positivamente y son recordados con estima y admiración por propios y extraños. Tercero, que ni en la vida personal, menos aún en la pública, es bueno cobrar venganza.
Muy por el contrario al accionar de estos tres preceptos, en el caso de Ecuador, el expresidente Rafael Correa, sin los arrestos mínimos de Mandela para enfrentarse a la justicia, confirma su profunda amargura, resentimiento y búsqueda de venganza cada vez que habla y/o twittea desde la clandestinidad.
Y es que Correa tiene tanto que aprender de Mandela, aunque… bastaría con que al menos aprendiera a valorar el silencio. (O)