Los desenfoques de la felicidad / Pedro Reino Garcés
¿Cómo es que está interpretando el heredero actual del homo sapiens sobre la propuesta de Aristóteles “El fin supremo del hombre es la felicidad”? El mundo se divide, no solamente desde cuando empiezan a razonar los filósofos, sino desde los albores de la humanidad, en dos grupos: el de los felices y el de los infelices. Y la historia humana no es sino la visión de esa pugna que se llama competencia entre los más listos y los desplazados y confiados. Los listos son los descubridores del poder en el sentido más amplio que lo podemos relacionar con los controles, porque somos bestias que marcamos territorios con todo lo incluido, para beneficio de los cálculos provenientes de nuestros intereses. Pero también debemos advertir que con la conquista mental, hay felices e infelices de prestado que empieza en la cuna de la pereza mental.
Los menos listos, los apacibles, los ingenuos, los que podemos llamarlos manipulables por humildes y por las ignorancias, los menos evolucionados, son en contraparte los que se han ido quedando entre los infelices gregarios de las dependencias, cuando se dieron cuenta que los otros se habían apoderado de la astucia, mientras sus congéneres pasivos no creían en el poder abusivo sino en el libre albedrío. Por aquí transitan los vulnerables.
Pero parece ser que el propósito de la creación no era el de que el hombre fuera feliz, según salió a contradecirle Freud a Aristóteles. La felicidad del hombre contemporáneo, metido en el capitalismo está delimitada por la ganancia, por la acumulación desmedida de riqueza derivada de esa astuta interpretación de los adelantados a ser herederos de paraísos, que bien sabemos que son terrenales, y que hasta se llaman fiscales, porque allí se sienten como en el principio del mundo, protegidos por las leyes de sus fetichistas divinidades exaltadas en sus aquelarres y sin regulación de las justificaciones ornamentales de los derechos humanos.
¿Dónde encontrar la felicidad según Aristóteles? Él había señalado que se podían clasificar en focalizaciones:
Externas: la riqueza, la fama, el poder o los honores.
Del cuerpo: la salud o el placer.
Y las del alma: la contemplación o la sabiduría.
Ya podemos darnos cuenta del lugar en el que nos encontramos y lo que ha priorizado el mundo actual. Resulta que no solo porque lo haya dicho Freud, sino porque quizá ya está en nuestro imaginario común, el problema está en el desequilibrio con que actúa el ser humano. Freud diría que el problema del hombre es su patología congénita, que bien podemos entenderla como una vocación instintiva con ramificaciones de los postulados aristotélicos que quiero argumentar como desenfoques de la felicidad.
Rápidamente digamos que a medida que el homo sapiens iba acomodándose al mundo y sus circunstancias, a partir de la revolución agrícola, evolucionaron también sus patologías. Con el control de la tierra, el hombre se hizo más cruel, afirma Yuval Noah Harari en su libro “De animales a dioses, 2017”. Por el control de la tierra la humanidad vive la evolución de las guerras. Y ustedes comprenderán que el control de la tierra implica no solamente el control de sus recursos naturales, sino el de los congéneres reducidos al fácil concepto de ser esclavos. Entonces vamos entrando en el tema de la Cruz Roja, y no podemos dejar de argumentar que no se trata sino de analizar la evolución de las patologías, entre seres que nos preciamos de inteligentes enfrentados a los depauperados. (O)