LOS PRIMEROS CIEN DÍAS / Mario Fernando Barona
No sé por qué ni desde cuándo se instituyó en la región (no solo en el Ecuador) la famosa escala de medición temporal de gestión para autoridades elegidas por voto popular de “los primeros 100 días”. Alguien dirá y con sobrada razón por qué no 90 días que suena más lógico al completar los primeros tres meses, o por qué, si lo que queremos es romper esquemas y ser originales, 101 días y no los cien cerrados, o seis meses, etc. El asunto es que la primera evaluación de gestión es a los cien días, y a eso tenemos que ajustarnos tanto autoridades como mandantes.
De inicio debemos señalar que la vorágine de información que hoy en día se genera segundo a segundo en las redes sociales y de la que miles de personas nos servimos para formarnos una idea de la calidad de gestión de determinada autoridad, es brutalmente abrumadora, por lo que evaluar a alguien durante ese mismo periodo de tiempo ahora vs hace medio siglo, no tiene parangón. En otras palabras, hoy las autoridades están muchísimo más expuestas para una evaluación general de la población que no espera los primeros cien días, sino que ésta se la hace con intensidad minuto a minuto.
Y precisamente por ese torbellino inmisericorde de información, las autoridades se ven obligadas -sin excepción- a jugárselas al mismo nivel, es decir también a apretar el acelerador e imprimir no precisamente velocidad, pero sí carácter y asertividad en las decisiones. Lo que hizo Yunda en Quito, por ejemplo, que dio mucho qué hablar -en bien y en mal-, pero generó noticia, provocó reacciones y hasta se dio el lujo de patear el tablero, a diferencia de nuestras autoridades locales.
Sin embargo, y para ser justos, no necesariamente se es buen representante ciudadano saliendo más en las redes, hablando bonito, poniéndose bravos, rompiendo periódicos, insultando o tomando decisiones “trascendentes” durante los primeros cien días. Existen innumerables factores que inciden en una evaluación -muchos de ellos subjetivos- por lo que no hay un tiempo establecido como para considerarlo “prudencial” y a partir de entonces sacar conclusiones. Cada uno de los ciudadanos tomamos nuestro propio patrón de expectativa que puede caber dentro de los primeros cien días o simplemente tomar más tiempo. Cien días son, en definitiva, un tiempo demasiado corto o demasiado largo, dependiendo de quién lo mire y el cristal que use.